Haití atraviesa una crisis humanitaria y de seguridad sin precedentes, con niveles de violencia extrema y una situación política al borde del colapso.
La reciente reducción de la ayuda al desarrollo por parte de Estados Unidos y la decisión de deportar a miles de haitianos han generado alarma entre expertos y organizaciones humanitarias.
Rob J. Padberg, coordinador de la ONG Mary’s Meals y residente en Haití por más de 50 años, advierte que el país es una “olla a presión a punto de estallar” y que cualquier acción que aumente la tensión podría desencadenar una guerra civil.
A pesar del despliegue de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS) liderada por Kenia, la respuesta internacional sigue siendo insuficiente para frenar el poder de las bandas armadas.
Padberg lamenta que, aunque se prometió el envío de miles de agentes, solo han llegado 800 debido a problemas de financiamiento. Según él, sin una intervención más firme de la comunidad internacional, Haití no podrá recuperar la seguridad necesaria para avanzar hacia la democracia y la reconstrucción del país.
La decisión de Estados Unidos de eliminar el Estatus de Protección Temporal (TPS) para los haitianos agrava aún más la crisis. A partir del 3 de agosto, más de medio millón de migrantes podrían ser deportados, lo que aumentaría la presión sobre un país que ya enfrenta un colapso social.
Padberg alerta sobre las consecuencias de esta política, especialmente en la infancia haitiana, donde las bandas siguen reclutando niños soldados en medio de la falta de acceso a alimentos y educación. “Si seguimos ignorando la situación, estaremos perdiendo una generación entera”, advierte el activista.