La visita de Richard Grenell a Venezuela culminó con la liberación de seis ciudadanos estadounidenses que permanecían detenidos en cárceles chavistas. El enviado especial de Donald Trump confirmó su regreso a EE.UU. junto a los liberados y destacó que todos expresaron su agradecimiento al expresidente por su gestión.
A pesar de este logro diplomático, la Casa Blanca reiteró que el gobierno republicano no reconoce a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela, asegurando que la misión de Grenell se centró exclusivamente en la repatriación de ciudadanos estadounidenses y en la negociación de vuelos de deportación para migrantes venezolanos en EE.UU.
En una conferencia de prensa, Trump descartó cualquier reconocimiento al gobierno de Maduro, reafirmando su postura crítica hacia el régimen chavista.
Subrayó que su administración continuará presionando para mejorar las condiciones del pueblo venezolano y criticó duramente la decisión de su predecesor, Joe Biden, de comprar petróleo a Venezuela, argumentando que esto fortaleció al gobierno de Maduro en un momento en que su caída parecía inminente.
Paralelamente, el Departamento de Estado insistió en que Maduro debe aceptar de vuelta a los migrantes indocumentados y criminales venezolanos deportados por EE.UU., señalando que esto es un “asunto innegociable”.
A pesar de la liberación de estos seis ciudadanos, organizaciones como Independent Venezuelan American Citizens (IVAC) advierten que aún hay al menos ocho estadounidenses encarcelados en Venezuela, muchos de ellos desde 2024.
Las tensiones entre Caracas y Washington siguen siendo elevadas, con una relación diplomática marcada por constantes altibajos.
Aunque la reciente negociación demuestra que aún existen canales de diálogo, la incertidumbre persiste sobre el futuro de las relaciones entre ambos países y el impacto que tendrán las políticas migratorias de Trump en la comunidad venezolana en EE.UU.