La desorganización de un dueño de casa del que se espera otra cosa

Por Néstor Saavedra

Al mundo futbolístico, y más allá también, sorprendieron las falencias organizativas en la Copa América, que hoy dictaminará quién ocupa el tercer puesto, entre Uruguay y Canadá, y mañana, el campeón, entre Colombia y Argentina.

A los desastrosos pisos, donde la pelota rodaba muy mal, los jugadores podían lesionarse fácilmente y se esperaba cualquier anormalidad en un lanzamiento que fuera al ras del pasto, se les sumaron otros incidentes, ya no vinculados al deporte en sí sino a la ilegalidad civil.

Un ejemplo fue el ingreso de personas al campo de juego que saltaban desde las gradas. Se dirá que en la Eurocopa también sucedió lo mismo, pero no tiene ningún sentido comparar los aspectos negativos y escudarse en que “en otros lados también pasa”. Teniendo en cuenta la fama de algunos jugadores, especialmente el argentino Messi, y los antecedentes de agresiones muy graves, como aquella de la tenista Mónica Seles, apuñalada en 1993 en los cuartos de final en Hamburgo, Alemania, deben evitarse este tipo de ingresos ilegales que, además, afean la competencia y perjudican a quienes han pagado su entrada o su cuota de cable para ver a su equipo preferido.

Pero, peor aún fue el escándalo tras la eliminación de Uruguay frente a Colombia, cuando jugadores del equipo del sur ingresaron a las plateas para defender a sus familiares, que eran agredidos por fanas del elenco cafetero. Sin embargo, esta no fue la única chispa que encendió el fuego. El jugador Borja se burló de algunos rivales y eso calentó los ánimos en el verde suelo. Luego también se viralizaron en redes otro tipo de agresiones, como colombianos que lanzaban vasos plásticos al campo y dirigentes de la Asociación Uruguaya de Fútbol peléandose con el público.

Como quiera que haya sido hay dos elementos que deben tomar en cuenta los organizadores: en primer lugar, extremar la seguridad, ya que no había suficiente cantidad de fuerzas de seguridad para frenar un choque de, relativamente, pocas personas; en segundo lugar, no permitir el acceso de los jugadores a las gradas: en muchísimos estadios esto es imposible debido a vallas, fosos y mamparas plásticas transparentes. Es decir, como dijo el técnico de Uruguay, Marcelo Bielsa, falló la seguridad y la medida que se tomara por si esta no resultaba suficiente.

Preocupa que este mismo país, que organiza multitudinarios eventos deportivos, por ejemplo, en fútbol americano o softbol, no pueda coordinar un trabajo similar en las canchas de fútbol. Más atemorizante es que en Estados Unidos se jugará la próxima Copa del Mundo en 2026, donde habrá selecciones de países de todas partes del mundo, muchos de ellos con ideologías políticas y de vida opuestas.

Obviamente, no solo la organización local es responsable de un evento que se televisa para todo el mundo sino también la Conmebol, rama de la Federación Internacional del Fútbol Asociado que organiza las competencias en América. Sospechamos, por ejemplo, que sabían que Estados Unidos iba a entregar los campos de juego en pésimas condiciones, armados dos o tres días antes. Siendo así, ¿por qué lo permitieron? ¿Porque es, con Brasil, Canadá y México, el único país que tiene dinero suficiente para organizar una movida tan grande?

Conmebol comunicó: “no se tolerará ninguna acción que empañe una fiesta mundial del fútbol”. Bueno, muchachos, ya la toleraron. Y tanto la toleraron que, en su X, no hay ni siquiera una foto o un video de la gresca, lo que se llama, en lenguaje metafórico, esconder la basura bajo la alfombra.

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