Halloween: una libra de celtas, medio litro de romanos, una taza de católicos y se come el 31 de octubre

«Truco o trato (en algunos países, «dulce»)», calabazas, vampiros, brujas, esqueletos … Halloween es hoy en día, gracias a la industria del entretenimiento de masas norteamericana, una celebración cada vez más arraigada en todos los rincones del mundo. La palabra Halloween procede de la expresión “All Hallow Eve” (víspera de Todos los Santos) y su origen está muy relacionado con esta tradición cristiana, pero también con creencias paganas celtas y romanas que celebraban el fin de la cosecha y el recuerdo de los familiares difuntos: el samhain y el mundus patet.

Halloween mezcla el recuerdo a los difuntos y el consumo de frutos de otoño del Hemisferio Norte, típicos de las celebraciones de estas épocas con otras prácticas “modernas”, como la veneración por monstruos como Drácula o Frankenstein, que el cine ha acabado convirtiendo en un fenómeno global.

La merma de horas de luz típica del otoño cristalizaba en el mundo celta en el Samhain, una festividad de origen druídico celebrada entre el crepúsculo del 31 de octubre y el del 1 de noviembre, que señalaba el inicio del invierno y el año nuevo. Durante este período, los celtas aplazaban su trabajo cotidiano y las leyes de la naturaleza quedaban en suspenso; los humanos podían visitar el mundo de los muertos y los difuntos podían recorrer la tierra; los demonios se manifestaban y las hadas revoloteaban. En el umbral de las casas depositaban viandas para ofrecerlas a los malos espíritus; de ahí podría proceder el “truco o trato” de Halloween, la costumbre infantil de recorrer los hogares pidiendo dulces.

La expresión mundus patet significa “mundo abierto” y se refiere al Mundus Cereris, una de las construcciones más antiguas de Roma, que marcaba el centro exacto de la ciudad y el punto de conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos, por lo que su entrada permanecía sellada y solo se abría en tres ocasiones al año: el 24 de agosto, el 5 de octubre y el 8 de noviembre, cuando las almas difuntas volvían a la tierra.

En el mundo de ultratumba romano existían espíritus malvados que guardan razonables parecidos con el imaginario desarrollado en Halloween. Las fuentes escritas hablan por ejemplo de los larvae, espíritus “que se alimentan de la vida de los mortales” y los maniae, seres que tenían el aspecto de “horribles esqueletos que encienden la locura en los vivos”.

La fiesta de Todos los Santos tiene su origen en la creencia de que los mártires merecían un día en que se recordara su sacrificio, lo que llevó al papa Bonifacio IV a establecer en el siglo VII un día para la conmemoración de todos los mártires del cristianismo: el 13 de mayo. Un siglo más tarde, el papa Gregorio III extendió esta celebración a todos los santos de la Iglesia Católica y la trasladó a su fecha actual: el primer día de noviembre con la intención de suplantar las fiestas paganas ya citadas, es decir, ni más ni menos que lo que se hizo colocando a Navidad el 25 de diciembre.

En la Inglaterra medieval la palabra hallow, que en la actualidad designa algo sagrado, se usaba como sinónimo de saint (santo) y la festividad era conocida como All Hallows. La víspera de ese día se convirtió en una celebración por sí misma, All Hallows Eve, que a finales de la Edad Media se habían fusionado con el día sagrado.

La Reforma protestante puso fin a la festividad de Todos los Santos entre los protestantes –básicamente las iglesias reformistas abolieron la figura católica del santo–, pero en Gran Bretaña Halloween continuó celebrándose como una festividad secular.

Desposeído de su vertiente religiosa, Halloween recuperó los aspectos más paganos del culto a los espíritus de ultratumba y los difuntos y de celebración del fin de la cosecha y la preparación para el duro invierno. La festividad pasó al continente americano.

Aunque Halloween estuvo en gran medida prohibido entre los primeros colonos estadounidenses, la nueva sociedad norteamericana, formada por comunidades fuertemente tradicionales y agrarias, desarrolló sus propias tradiciones y festivales, como el Día de Acción de Gracias, muy ligados a la cosecha y que incorporaban elementos de Halloween. La inmigración masiva a partir del siglo XIX, sobre todo irlandesa, llevó consigo sus costumbres de Halloween y en el siglo XX, la fiesta se convirtió en una de las principales de los Estados Unidos, especialmente entre los niños.

De esta manera, Halloween ha llegado hasta nuestros días como la fiesta de las calabazas, fruto típico de otoño, el truco o trato o los gatos negros y las brujas, seres terroríficos y de mal augurio que por una noche pierden su halo terrorífico para convertirse en parte de divertidas fiestas por todo el mundo.

Fuente: National Geographic

Comparte esta noticia
Abrir chat
Hola
¿En qué podemos ayudarte?