El gobierno de Trump citó mi investigación para justificar los aranceles: la entendieron mal

Mi primera pregunta, cuando la Casa Blanca reveló su régimen arancelario, fue: “¿Cómo calcularon unos aranceles tan grandes?”. Al fin y al cabo, se supone que los aranceles recíprocos tratan a otros países como ellos nos tratan a nosotros, y los aranceles extranjeros sobre los productos estadounidenses no se acercan en absoluto a estos niveles.

Al día siguiente la situación se volvió personal. La Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos publicó su metodología y citó un artículo académico elaborado por cuatro economistas, entre los que estoy yo, aparentemente para apoyar sus cifras. Pero lo entendieron mal. Muy mal. Discrepo fundamentalmente de la política y el enfoque comerciales del gobierno. Incluso si se toman al pie de la letra, las conclusiones de nuestra investigación sugieren que los aranceles calculados deberían ser drásticamente menores, quizás de una cuarta parte del tamaño.

Empecemos por el mayor error. La oficina dijo que había calculado sus aranceles recíprocos a un nivel que teóricamente eliminaría los déficits comerciales con “cada uno de nuestros socios comerciales”, uno por uno. ¿Es un objetivo razonable?

No lo es. Los desequilibrios comerciales entre dos países pueden surgir por muchas razones que no tienen nada que ver con el proteccionismo. Los estadounidenses gastan más en ropa fabricada en Sri Lanka que los esrilanqueses en productos farmacéuticos y turbinas de gas estadounidenses. ¿Y qué? Ese patrón refleja diferencias en recursos naturales, ventajas comparativas y niveles de desarrollo. Las cifras del déficit no sugieren, y mucho menos prueban, una competencia desleal.

Hay algunos argumentos razonables a favor de reducir el déficit comercial general, como reducir los riesgos de nuestra deuda. Pero estos argumentos no se aplican país por país. El premio Nobel Robert Solow explicó por qué cuando bromeó: “Tengo un déficit crónico con mi barbero, quien no me compra ni una maldita cosa”. Seguro que Solow también tenía un superávit crónico con sus estudiantes, y estos desequilibrios no revelan nada sobre las barreras comerciales en el cuidado del cabello o la educación superior, ni hablarían de su salud financiera.

En aras de la discusión, concedamos al presidente Donald Trump su objetivo de eliminar todos los déficits comerciales, por muy destructivo que eso sea. ¿Podrían tener éxito estos aranceles recíprocos?

De nuevo, no. La fórmula arancelaria del gobierno supone que un arancel impuesto a un país no afectará a las importaciones de ningún otro e ignora cualquier implicación para las exportaciones. Estos supuestos pueden funcionar para una acción contra un pequeño socio comercial, pero no para la amplia salva anunciada la semana pasada. Un arancel elevado sobre las piezas de automóviles japonesas podría provocar un aumento de la demanda de importaciones procedentes de México y viceversa. Y los aranceles invitan claramente a las represalias y con el tiempo pueden aumentar el valor del dólar, dos factores que muy probablemente deprimirían las exportaciones estadounidenses.

Sigamos. No solo concederemos al gobierno su objetivo, sino que también ignoraremos los defectos de su fórmula arancelaria. ¿Parecen entonces correctos los aranceles calculados?

¿Adivina qué? No lo parecen. La fórmula del gobierno utiliza cuatro cifras distintas para calcular los aranceles, incluidas las importaciones y exportaciones de cada socio comercial. La parte que está directamente relacionada con nuestra investigación es una estimación de cuánto cambian los precios de las importaciones en respuesta a los costos adicionales impuestos por los aranceles.

El valor de ese término, conocido como tasa de traspaso, no es obvio y depende de cómo se comporten las empresas. Si los exportadores extranjeros reducen los precios para compensar totalmente los aranceles, y mantienen invariables los precios de importación, el traspaso sería cero. Alternativamente, podría ser del 100 por ciento si los exportadores no ceden, lo que significa que los precios de importación subirían al mismo ritmo que los aranceles.

Alberto Cavallo, Gita Gopinath, Jenny Tang y yo estudiamos los aranceles impuestos a las exportaciones chinas en 2018 y 2019. (Esta es la referencia “Cavallo et al.” en la metodología del gobierno.) Descubrimos que unos aranceles de, digamos, el 20 por ciento hacían que los importadores nacionales pagaran casi un 19 por ciento más. Esto representa un traspaso en los precios de importación de aproximadamente el 95 por ciento, que es el valor que yo habría introducido en la fórmula arancelaria del gobierno. En términos sencillos, eso implica que el precio pagado por las importaciones estadounidenses subiría casi tanto como el tipo arancelario.

La oficina de comercio del gobierno cita nuestro trabajo, pero menciona un resultado diferente del documento, el cual encontró una baja tasa de traspaso a los precios de lista en dos minoristas. El gobierno de Trump introduce entonces una tasa del 25 por ciento en su fórmula. ¿De dónde procede el 25 por ciento? ¿Está relacionado con nuestro trabajo? No lo sé. Los aranceles recíprocos tienen enormes implicaciones para los trabajadores, las empresas, los consumidores y los mercados bursátiles de todo el mundo. Pero la nota metodológica ofrece detalles sorprendentemente escasos.

Si la oficina de comercio hubiera utilizado un valor más cercano a la cifra del 95 por ciento de nuestro trabajo, como creo que debería haber hecho, los aranceles calculados habrían sido tan solo una cuarta parte de lo que son.

Como resultado de estas y otras decisiones metodológicas, los aranceles recíprocos del miércoles llevarán los tipos arancelarios promedio a su nivel más alto en más de 100 años. Su amplitud es sorprendente, ya que afectan a grandes economías como China y Europa, y también a pequeños países en desarrollo y con mercados emergentes como Jordania y Zambia. Y a pesar de que se anuncian como una política comercial de “haz a los demás”, no se calculan de acuerdo con la regla de oro de la Biblia.

Preferiría encarecidamente que la política y la metodología se desecharan por completo. Pero salvo eso, el gobierno debería dividir sus resultados entre cuatro.

Por Brent Neiman, funcionario del Tesoro durante el gobierno de Biden y coescritor de una investigación académica relacionada con el comercio, citada por la Casa Blanca de Trump. New York Times.

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