Por Néstor Saavedra
“No he visto cosa más cobarde que la guerra: personas (si se me permite jerarquizarlas así) desde un salón dan órdenes para que otras personas, iguales que ellas, maten a otras personas, iguales a todas.” Así decía un italiano vecino mío que había pasado la Primera Guerra Mundial en su país viendo la muerte todos los días.
Es increíble a los niveles que puede llegar el ser humano: desde domar la naturaleza a través de una represa o curar una enfermedad que arrasó el mundo durante siglos hasta asesinar a inocentes criaturas. No justificamos tampoco la muerte entre soldados, pero, al menos, ellos saben a qué se exponen.
El video que se emitió ayer en El Exprimidor, el programa que se ve por nuestro canal de Youtube, de lunes a viernes de 4 a 7 PM, nos dejó con la sangre helada. Confieso que, aunque hace 43 años que trabajo como periodista, tuve que interrumpir mi labor unos minutos, porque no paraba de llorar al ver a estas dos criaturas, torturadas por la maldad del género humano en Palestina.
No importa que sean de uno u otro bando: ese argumento de tener más compasión con unos que con otros es lo que nos inculcaron los fanáticos para hacernos creer que un cadáver vale más que otro. Como si el sol saliera solo para blancos o negros, orientales u occidentales, noruegos o sudafricanos.
Estamos casi cumpliendo el primer cuarto del siglo XXI y, sin embargo, la principal virtud del ser humano se encuentra en absoluta decadencia. El amor. El filósofo Buber decía que es imposible pretender que el poder solo gobierne con amor, pero podemos amar poderosamente.
La violencia es la expresión de la impotencia y, por eso, vuelvo a la frase del viejo: son cobardes quienes hacen y apoyan una guerra. Cualquier otro humano dotado de una pequeña cuota de alma se quebraría ante el rostro de esta niña que caminó una hora cargando a su hermanita. Ese esfuerzo es amor, poderosos del mundo. Ese amor es el que esperamos de quienes tienen el privilegio de manejar las naciones. Es el mismo amor que les hace falta a los funcionarios dominicanos, no importa el partido político, que pueden darle mayor bienestar a cualquier conciudadano. No hay justificación religiosa, ni económica, ni de nada. Solo es falta de amor.