La gran mayoría de las carnes procesadas se clasifican como “alimentos ultraprocesados”, es decir, productos elaborados con ingredientes que no se encontrarían en una cocina casera, como jarabe de maíz de alta fructosa, almidones modificados, saborizantes o aditivos de color. Muchos de estos alimentos también tienen altos niveles de azúcar, grasa o sodio, que desde hace tiempo se sabe que afectan a la salud.
Los alimentos ultraprocesados, que también incluyen refrescos, yogures de sabores, sopas instantáneas y la mayoría de los cereales para el desayuno, constituyen una gran parte de la dieta estadounidense. En promedio, representan alrededor del 58 por ciento de las calorías consumidas por niños y adultos. En la última década, los investigadores han relacionado estos alimentos con enfermedades como las cardiopatías, la diabetes de tipo 2, la obesidad y algunos tipos de cáncer y enfermedades gastrointestinales.
Ahora los científicos están examinando la conexión entre estos alimentos y la salud del cerebro.
Varios estudios publicados en los últimos años han descubierto una relación entre el consumo de más alimentos ultraprocesados y el deterioro cognitivo. Por ejemplo, en un estudio realizado en Brasil con más de 10,000 adultos de mediana edad, las personas que consumían el 20 por ciento o más de sus calorías diarias de alimentos ultraprocesados experimentaron un deterioro cognitivo más rápido, sobre todo en las pruebas de funcionamiento ejecutivo, en el transcurso de ocho años.
Otra investigación que siguió a más de 72,000 adultos mayores del Reino Unido durante 10 años descubrió que una dieta con un 10 por ciento más de alimentos ultraprocesados se asociaba a un riesgo un 25 por ciento mayor de desarrollar demencia. Del mismo modo, un estudio que siguió a 30,000 estadounidenses durante una media de 11 años reveló que un aumento del 10 por ciento en la ingesta de alimentos ultraprocesados se correspondía con un riesgo un 16 por ciento mayor de sufrir deterioro cognitivo. Una mayor ingesta de alimentos procesados también estaba vinculada a un riesgo 8 por ciento mayor de sufrir un infarto cerebral.
La principal limitación de este tipo de estudios es que, aunque muestran una asociación entre los alimentos ultraprocesados y la salud cerebral, no pueden demostrar que los alimentos dañen directamente el cerebro. Y no todos los estudios han encontrado una relación consistente entre el consumo de alimentos ultraprocesados y la cognición.
Fuente: New York Times