Desde la publicación del plan “Made in China 2025”, China ha dado pasos firmes para dominar sectores clave de la economía global, transformándose de un socio comercial de Estados Unidos en un rival directo.
Este ambicioso proyecto busca que China se convierta en la mayor potencia tecnológica y manufacturera del mundo, algo que está logrando en áreas como los vehículos eléctricos, la energía solar y la construcción naval.
Estos avances reflejan una estrategia de largo plazo del Partido Comunista Chino para desafiar la supremacía económica de Estados Unidos, utilizando tanto sus recursos estatales como su vasto mercado interno. El progreso de China en industrias de alto valor es evidente.
Hoy, lidera en cuatro de los diez sectores prioritarios que incluyó en “Made in China 2025”, con un dominio casi absoluto en áreas como los trenes de alta velocidad, donde ha construido miles de kilómetros de vías, y en la producción de vehículos eléctricos, que superan en exportaciones a cualquier otro país.
En otros sectores, como la biotecnología y la robótica, aunque aún depende de la tecnología occidental, ha logrado avances considerables que han posicionado a las empresas chinas como competidores serios a nivel mundial.
La política industrial de China también ha logrado grandes avances en el sector aeroespacial y de microchips, a pesar de las restricciones impuestas por Estados Unidos.
Los fabricantes chinos de aviones no tripulados controlan una parte significativa del mercado estadounidense, y en la producción de microchips, Pekín sigue aumentando su capacidad para reducir la dependencia de la tecnología extranjera.
Con estos logros, China se acerca cada vez más a su objetivo de reducir el poder económico de Estados Unidos y establecerse como la principal potencia tecnológica del siglo XXI.