La revista Mercado presenta hoy una atractiva nota que habla del primer nombre que, en 1994, Jeff Bezos le puso a la empresa que hoy conocemos como Amazon. En el garaje de su casa e inspirado en las míticas palabras mágicas “abracadabra”, la llamó Cadabra.
Su abogado le acotó que “Cadabra” sonaba sospechosamente a “cadáver” en algunas llamadas telefónicas que hicieron como focus group. Bezos y su equipo, entonces, registraron otros dominios, como Browse, BookMall y Relentless, pero nada los convencía.
La idea de aprovechar que en los primeros tiempos de Internet el orden alfabético primaba en las búsquedas, lo decidió a buscar un nombre que empezara con a. Mirando un diccionario, encontró la fórmula: Amazon. La voz remitía a algo exuberante, exótico, diferente. Amazon.com fue registrado el primer día de noviembre de 1994 y el 5 de julio de 1995 reemplazó oficialmente a Cadabra.
Curiosamente, y en esto nos apartamos de la nota de Mercado, Amazon es una palabra cuyo origen no la hace nada atractiva. Viene del griego “a”, que significa “sin”, prefijo incorporado en muchas palabras españolas, como amoral o apático; y “mazos”, que significa “pechos, senos”, que también vemos en palabras como masoterapia y mastología.
¿Qué tiene que ver esto con el río Amazonas y el nombre de la región? En Grecia, se llamó “amazonas” a las mujeres guerreras que, para tensar el arco, se cortaban uno o los dos pechos. Desde antiguo se sospechó que en la selva amazónica vivían tribus guerreras de mujeres. Y, entonces, se le fijó este nombre al pulmón de América. Menos mal que la amplia mayoría de usuarios de Amazon no sabe esta historia “despechada”.