A once años de la tragedia aérea de Santo Domingo

Por Néstor Saavedra

Hace una semana que pasaron las Pascuas. El domingo 7 de abril de 2013 nos regala un hermoso sol. No se trabaja, no se estudia. Una buena razón para pasear es el Show Aéreo del Caribe. Lo vamos a ver bien desde la avenida George Washington, aunque haya mucha gente. Todos miramos el cielo, casi como si el mar no existiera.

La Fuerza Aérea Dominicana se luce. Hay piruetas, pasadas más rasantes. Los espectadores de más edad aplauden; algunos chicos gritan y señalan hacia arriba, como si estos pájaros mecánicos los entusiasmaran a volar.

De repente, frente al malecón, un Enaer T-35 B Pillán se opone, literalmente, al designio de su nombre (“volcán” en araucano) y cae en lugar de subir, golpeando violentamente contra el Caribe.

Fabricado desde 1980 en Chile, el T-35 B es un avión seguro, construido especialmente para maniobras y acrobacia. Por su bajo costo de hora de vuelo resulta ideal para entrenamientos. Por eso no extraña que, a partir de 1985, el país sudamericano empiece a exportarlo. España, El Salvador, Guatemala, Ecuador, Paraguay, Panamá y República Dominicana son los compradores. El T-35 B fue el primer modelo de la casa chilena que incorporó tecnología electrónica para entrenamiento de vuelo instrumental.

El público ahora mira el mar en lugar del cielo, pero convertido en probable tumba. Grita, se toma la cabeza, se miran unos a otros como buscando una respuesta. Por un par de segundos se cree que era un tirabuzón premeditado. Pero no. La máquina estalla contra el agua. Algunas personas están confundidas y tratan de encontrar alguien que les clarifique el hecho. Varios helicópteros de la Fuerza Aérea Dominicana se largan a patrullar la zona. La Marina de Guerra y los Bomberos de Santo Domingo disponen buzos que llegan rápidamente, porque hay poca distancia desde la costa.

Con las cabezas gachas y caras de preocupación, los curiosos van dejando la costa para volver a su casa. Por la radio llega la información de que el jefe de la Fuerza Aérea identifica los nombres de los dos pilotos fallecidos: el primer teniente Rafael Sánchez Astacio, de 27 años, y el segundo teniente, de 25, Carlos Manuel Guerrero.

A las 6.30 PM, el presidente Danilo Medina da su pésame a las familias y los compañeros de ambos pilotos. Pero, ¿qué ha pasado? El análisis de los restos del avión, que es rescatado esa misma tarde, arroja como resultado que se ha tratado de un error humano doble. En primer lugar, el piloto no tenía autorización para realizar un tonel. El primero de los tres T-35 B lo hizo con éxito; el segundo abortó este ejercicio; el tercero cayó al agua luego de la maniobra. Además, según se cree, el piloto tiró hacia atrás la palanca con el avión invertido, lo que lo arrojó directamente contra el mar.

Cinco años más tarde, otro T-35 B se estrelló en Elías Piña patrullando la frontera con Haití. Murió el primer teniente Kelvin Villanueva Garay y quedó herido el segundo teniente Ángel Amauri Félix Victoriano.

Las imágenes de la caída de ese 7 de abril de hace once años resultaron una dura herida para los dominicanos que las vieron por televisión y también a través de varios videos compartidos en sus redes por atónitos espectadores, que habían ido a ver una fiesta y terminaron siendo testigos de una tragedia.

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