¿Sabías que la palabra «huracán» probablemente se creó en la actual tierra dominicana?

Por Néstor Saavedra

Hay una clara diferencia entre algo y la palabra que lo describe. Un pan se come y la palabra «pan» solo lo identifica, lo distingue: es un «pan» y no un «pollo». Sin embargo, no podríamos vivir sin comunicar y, por ende, la palabra adquiere un valor mucho más que simbólico. Es verdad que un turista podría señalar un pan y comprarlo en Japón sin hablar japonés, pero también es cierto que solo lo haría en algún viaje ocasional y no como una forma de vida.

Para los hebreos, la palabra era tan importante que casi equivalía al objeto que nombraba. Así sucedía, por ejemplo, con Dios, al que llamaron «Yahveh» o «Jehová», es decir, «Yo soy» pero no se lo podía nombrar ligeramente. El cristianismo fue un paso más allá al llamar a Jesús, en el Evangelio de Juan, «la Palabra», a veces traducida como «el Verbo».

Por eso me apasiona la etimología, o sea, el origen de las palabras. Y un caso interesante se da con «huracán», una palabra que usamos muy a menudo entre julio y noviembre.

Pedro Mártir de Anglería escribió en 1511 que los taínos, que vivía en la isla La Española (hoy República Dominicana y Haití), llamaban a las tempestades del aire «huracanes», palabra compuesta que significa «viento que viene del centro».

Más tarde, otros relatores de la vida en América continúan utilizando el término, enfatizando así la importancia que este fenómeno meteorológico tiene para la civilización del Caribe: «Cuando el demonio los quiere espantar (a los indios), promételes el huracán, que quiere decir tempestad, la que hace tan grande, que derriba casas y arranca muchos y muy grandes árboles», escribió Gonzalo Fernández de Oviedo en 1526.

También los mayas, en las actuales México y Guatemala, usaban la palabra «hurakán» como nombre de una de las divinidades creadoras del mundo: «Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su madre, ni en su padre, el Corazón del Cielo, llamado Hurakán. Y por este motivo se oscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de día, una lluvia de noche», se documenta en el Popol Vuh, obra de sabiduría sobre la cultura maya-quiché, escrita en 1550.

Algunos expertos consideran que el taíno adoptó el vocablo de los mayas después de que estos últimos extendieran su comercio por el Caribe, pero otros concluyen que este préstamo no estaría justificado y no es posible demostrarlo.

Algo muy curioso: según la mitología taína, el dios que enviaba los «huracanes» era Guabancex, al que representaban con los brazos en espiral, una clara percepción de lo que hoy conocemos como el sentido rotativo de los vientos huracanados que observamos en esas imágenes satelitales, con su vórtice tranquilo y un intimidante giro violento en derredor.

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