Una startup británica se hundió tras ser descubierta por su IA engañosa y manual

Una historia de engaño sacudió el mundo tecnológico cuando se reveló que una startup inglesa había estado en el centro de un escándalo durante nueve años. La empresa, que prometía soluciones potenciadas con inteligencia artificial (IA) para el desarrollo de software y la creación de aplicaciones a partir de bloques, resultó ser una fachada. La realidad detrás de su asistente virtual, Natasha, era que no existía un sistema automatizado; en su lugar, más de 700 ingenieros, situados en La India, trabajaban manualmente para proporcionar respuestas a las solicitudes que llegaban al chatbots.

El truco salió a la luz luego de que inconsistencias en los registros contables de la startup llevaran a su quiebra el 20 de mayo de este año. La revelación fue publicada por «The Telegraph», generando asombro en la comunidad tecnológica, ya que Builder.ai era considerada una de las grandes promesas del sector en el Reino Unido.

La empresa había logrado embaucar a inversionistas de alto perfil, incluyendo gigantes como Microsoft, alcanzando una valuación que superaba los 1.500 millones de dólares, todo sin que quienes invertían se dieran cuenta de la farsa detrás de la inteligencia artificial que les ofrecían.

Cuando el chatbot recibía una consulta, los ingenieros indios se encargaban de responder a mano, entregando así resultados que parecían provenir de una IA. Era un proceso que fue presentado como automatizado, pero que en realidad dependía de una intervención manual constante.

Auge y derrumbe
Desde hacía tiempo había indicios de que algo extraño sucedía dentro de la empresa; no obstante, el proceso de auditoría que surgió tras un embargo por irregularidades financieras expuso la gruesa verdad de su gestión. Se había comenzado a investigar la integración de facturación inflada, que incluso llegó a registrar un 300% en sus ingresos para atraer inversiones.

Una investigación pública por parte de «The Wall Street Journal» reveló años atrás que las operaciones de Builder.ai dependían más de manualidades que de algoritmos inteligentes.

Fueron sus propios empleados quienes habían indicado que los resultados generados de esta forma eran defectuosos y presentaban una estructura inadecuada. En este caos de revelaciones, Robert Holdheim, un exdirectivo, había advertido que la tecnología presentada por la compañía era en realidad una ilusión.

Due Diligence
La situación quedó aún más clara gracias a un análisis financiero conocido como «due diligence», una inspección que un potencial comprador realiza antes de tomar decisiones importantes. La irregularidad en los números provocó que más de un inversionista se cuestionara el sistema de validación de datos que la empresa había implementado. Builder.ai utilizaba un método de facturación que permitía presentar números inflados, generando así la percepción de éxito que jamás se correspondía con su realidad operativa.

Fuente: Cadena 3

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