Un rey de la zona de Palestina mató a un grupo de niños: se sospecha que creyó que uno de ellos le sacaría su cargo

Por Néstor Saavedra

Informaciones que llegan del pequeño pueblo de Belén, en la provincia romana de Judea, dan cuenta de que el rey Herodes, conocido como «El Grande», mató un número no determinado de niños menores de dos años.

El investigador Mateo es el único que registró algunos antecedentes de este crimen: declaró que a la capital de Judea, Jerusalén, habían llegado unos sabios de Oriente (fuentes más modernas dijeron que eran tres, pero no hay constancia suya sobre esa cantidad), que habían puesto muy nerviosos al citado rey y al pueblo en general, porque preguntaron dónde estaba «el rey de los judíos, que ha nacido».

Religiosos citados por el rey a declarar sobre ese lugar señalaron que las escrituras sagradas hebreas indicaban que se trataba de Belén, aldea a menos de 10 kilómetros. Herodes se los informó a los sabios y les pidió que fueran, averiguaran todo sobre ese niño y le avisaran para que él viajara a rendirle un homenaje.

Por revelaciones celestiales, los sabios volvieron a su tierra por otro camino sin hablar con el rey y los padres del niño al que habían adorado, conocidos como María y José, huyeron a Egipto. Herodes se dio cuenta de que había sido engañado por los forasteros y ordenó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y los alrededores, tomando esa edad porque los magos le habían respondido a una pregunta crucial sobre cuándo había aparecido «la estrella» del pequeño rey.

Fuente: la Biblia, en su única versión de los hechos cercanos al nacimiento de Jesucristo. En ningún lugar se menciona que fueran «santos». El adjetivo y su adoración comenzó unos cuatro o cinco siglos más tarde. Hoy, el Día de los Santos Inocentes es parte del calendario de la Iglesia Católico Apostólico Romana y la Iglesia Armenia. Algunos historiadores sospechan que no habrían sido más de 20 niños, por el tamaño de la aldea de Belén. Se los considera como los primeros mártires, en este caso, portadores de una absoluta inocencia. Preanuncian, de alguna manera, la persecución que sufrirán tanto Jesús como sus seguidores y que, a dos mil años del hecho, continúa vigente y atroz en muchos países del mundo.

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