Circula un video por las redes sociales en que se muestra, supuestamente, a una joven haitiana pegándole a mansalva a una compañera dominicana. Según se dice se trata de un encuentro de colegialas en La Unión Sosúa, provincia de Puerto Plata.
No sabemos de la veracidad de la información y ni siquiera si hubo una agresión anterior o si alguien procedió a detener a la joven que golpea de manera tan violenta. De cualquier manera, haya sido haitiana, dominicana o japonesa, aborrecemos toda forma de vínculo que no sea a través del diálogo y el afecto. Nos llama la atención la pasividad de los presentes: queremos pensar que fueron sorprendidos y no que gozan del placer de ver una pelea, actitud comparable a la de los brutos de hace 20 siglos.
Se pueden tener mil desaveniencias, pero, si es factible superarlas, la plática nos permite una verdadera reconciliación. Y, si no es factible, pues ¿para qué agredir? La imposición de ideas personales solo acarrea odios y problemas. La transmisión de pensamientos más profunda se logra con el amor y el ejemplo.