Por Néstor Saavedra
Si tomamos en cuenta que una gran parte de nuestro día consciente, es decir eliminando las horas en que dormimos, lo pasamos trabajando, debemos considerar seriamente la elección de nuestra fuente de mantenimiento en la vida. No es recomendable el «trabajo de cualquier cosa, de lo que sea», salvo por situaciones de emergencia o como trampolín hacia un mejor futuro, por ejemplo, mientras se está estudiando una carrera universitaria.
Curiosamente, la forma de tomar en serio la elección de un trabajo y el trabajo mismo es divertirse trabajando, pasarla bien en cualquier tarea que fuere, propia o con jefes, de servicio o de ventas. Para lograr ese maravilloso, y lamentablemente extraño, sentido de felicidad generada por el trabajo es necesario respetar, desde muy chicos, la vocación. Ahí empieza el trabajo.
Esa vocación puede nacer por cercanía (el trabajo del padre, la madre o un tío, por ejemplo) o simplemente por una pasión personal ajena a todo lo esperado. Hasta sospecho, y por favor no me crean, que puede ser genética. Mi abuelo fundó, al menos, una revista y una radio. Murió en la ruina, aunque solo la policía vio su cadáver, a los 29 años, casi dos décadas antes de que yo naciera. Pero desde mis 3 años quise ser periodista y este año cumplí 44 años trabajando siempre, siempre, en comunicación. ¿Genes?
Hazle caso a tu vocación, esfuérzate por concretarla, no importa lo que fuere, artística o científica, tradicional o innovadora. No interesa. Es tuya. Lucha por ella. Contra todos, incluso contra tu familia.
Ah, y también a los padres y al Estado Dominicano: fomenten las vocaciones de los niños. Creénles el marco adecuado para desarrollarlas: un chico que come mal no puede pensar en de qué va a trabajar cuando sea grande y quizá ya lo manden a trabajar de niño. No discriminen ninguna vocación infantil: puede estar destrozando una vida.
¡Feliz Día del Trabajo! A todos, incluyendo a los que se fastidian día a día por ir a cumplir una obligación. Pero, sin dudas, será mucho más feliz aquel que hasta se apena un poco de que hoy no haya que trabajar, aquel que ama tanto su trabajo que beneficia a su jefe, a la institución o empresa y, sobre todo, se beneficia a sí mismo por sentir que está haciendo aquello para lo cual nació.