El 8 de agosto, un avión de Latam Airlines que unía Santiago de Chile con Miami, Estados Unidos, volaba sin problemas hasta que un pasajero dio la nota: «en evidente estado de ebriedad» comenzó a generar incidentes.
La ya conocida paciencia de la tripulación decidió cambiarlo de asiento al notar que se mantenía bajo los efectos del alcohol. Pero cuando llegó la hora de la cena, exacerbó su conducta.
Desubicado, «comenzó a solicitar el número telefónico de una de las tripulantes, para luego lanzar el plato de comida», de acuerdo con lo señalado por Latam.
La situación se tornó entre molesta y peligrosa. El capitán, entonces, siguió los protocolos y decidió realizar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Lima, Perú.
Curiosamente hace unos pocos días, otro pasajero alcoholizado protagonizó un problema similar en un vuelo de EasyJet, que iba de Inglaterra a Grecia, y también debió aterrizar de emergencia en Alemania.
Conforme a justicia, Latam Airlines estableció una querella contra ese pasajero que obligó a interrumpir el vuelo y que, de acuerdo con la empresa, implicó gastos operacionales que superan los 10 mil dólares.
Una medida correcta, ya que, además, perjudicó a los demás pasajeros, que vieron retrasado su horario de llegada a destino y, por ende, con problemas. Por esto, suponemos que cualquier de ellos podrá sumarse a la querella contra quien no debió salir de su casa.