El primer año de Javier Milei como presidente de Argentina ha sido una mezcla de logros macroeconómicos y profundas críticas sociales. El mandatario ultraliberal cumplió su promesa de reducir drásticamente el gasto público, eliminando la mitad de los ministerios, despidiendo a 33,000 funcionarios y recortando un 28% del presupuesto estatal.
Esta política logró estabilizar el peso y desacelerar significativamente la inflación, marcando un cambio notable respecto a la crisis previa. Sin embargo, estos ajustes también provocaron un aumento significativo en la pobreza y la recesión económica.
El impacto social de estas políticas ha sido severo: más de la mitad de los argentinos ahora vive por debajo del umbral de la pobreza. Las medidas de austeridad incluyeron recortes en pensiones, subsidios y transferencias a las provincias, además de la suspensión de obras públicas.
Aunque algunos argentinos, como el arquitecto Horacio, ven estas decisiones como un mal necesario para evitar un colapso económico, otros como Paloma cuestionan los resultados al destacar que “las cifras están en verde, pero la gente es más pobre”.
A pesar del descontento social, Milei mantiene un 50% de apoyo en las encuestas, impulsado por la percepción de haber puesto orden en un panorama económico caótico.
Sin embargo, el desafío para los próximos años será equilibrar la estabilidad macroeconómica con la necesidad de recuperar el poder adquisitivo de los argentinos.
Con las elecciones generales de 2025 en el horizonte, la pobreza y la desigualdad se perfilan como las principales preocupaciones para los votantes, desplazando a la inflación como el eje central del debate.