La explotación de litio en el norte de Argentina, específicamente en el Salar del Hombre Muerto, ha dejado daños visibles y quizá irreversibles en el ecosistema.
Un reciente informe periodístico documenta cómo el río Trapiche, que anteriormente abastecía de agua a la flora y fauna de la región, ha quedado seco, transformando su entorno en una «mancha negra de vegetación muerta».
La minera estadounidense Arcadium Lithium, que lleva 25 años operando en la zona, es señalada como la principal causante de este impacto ambiental, lo que ha llevado a la comunidad indígena Atacameños del Altiplano a iniciar protestas en defensa del medioambiente.
La situación preocupa especialmente ante los planes de expansión de la minera, avalados por el nuevo gobierno de Javier Milei, cuyas políticas favorecen la inversión extranjera en minería. La comunidad teme que el arroyo Los Patos, otro afluente importante, sufra un destino similar al del Trapiche.
La Corte Suprema de Catamarca ha ordenado detener proyectos en esta zona hasta que se garantice la protección del arroyo, sin embargo, el riesgo sigue latente con los incentivos que el gobierno otorga a estas empresas para incrementar la producción de litio.
Pese a las alertas ambientales, Argentina continúa posicionándose como un jugador clave en el mercado global de litio. Actualmente es el cuarto productor mundial y cuenta con un potencial de reservas que podrían aumentar significativamente sus exportaciones en los próximos años.
Con ingresos por exportación que alcanzaron los 805 millones de dólares en 2023, el litio representa un recurso estratégico para el país, pero el costo medioambiental de su explotación continúa dividiendo opiniones en la región.