Está muy bien aprovechar un feriado de martes para reposar y reponer energías para lo que resta de la semana corta. Pero, tomando en cuenta el valor histórico y religioso de la fecha también es una buena oportunidad de repensar en Dios y nuestro país.
La advocación es una costumbre muy antigua en el mundo católico apostólico romano. Significa poner bajo la tutela, protección o patrocinio de la divinidad o de los santos a una comunidad o institución que, generalmente, pero no siempre, toma su nombre.
La Virgen de la Merced o Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de la República Dominicana, es considerada, desde 1844, como la madre espiritual de los dominicanos que profesan la fe católica.
El primer santuario mariano de América que rinde honor a la Virgen de las Mercedes es el Santo Cerro, ubicado en ciudad de La Vega. Según algunos historiadores de la época, este templo fue construido por órdenes de Cristóbal Colón, tras la aparición de dicha Virgen en medio de las peleas entre los habitantes y los colonizadores de Quisqueya, acontecimiento que describieron como un milagro.
Desde entonces la veneración a esta Virgen, cada 24 de septiembre, se ha convertido en una tradición, y miles de devotos de diferentes partes del país y el mundo acuden en peregrinación desde el pueblo de La Vega hasta el santuario del Santo Cerro para adorarla, pedirle y hacerle promesas, especialmente por la salud, con la esperanza de obtener algún favor suyo.
Particularmente, la pausa nos permite pensar en nuestra fe, nuestra confianza en Dios, pedir lo que necesitamos y agradecer por lo que nos da, y rogar por un país mejor, con más igualdad y menos pobreza, con más sueños cumplidos y menos violencia, con más rostros felices y menos lágrimas de sufrimiento, con más niños escolarizados y menos ladrones en potencia, con más envejecientes sanos y menos jóvenes enfermos, con más funcionarios honestos y menos políticos corruptos.