La carta enviada por el presidente Javier Milei al cuerpo diplomático dependiente de Cancillería desató un cúmulo de reacciones y tensiones internas. En su mensaje, Milei exigió un alineamiento absoluto con su ideología «anti progresista» (en inglés: woke), descalificando la Agenda 2030 y el Pacto del Futuro 2045, iniciativas de la ONU que contaron con el respaldo de numerosas naciones, incluidas potencias como Estados Unidos, China y la Unión Europea.
En la carta, dirigida a un crisol de funcionarios del Servicio Exterior de la Nación (incluidos quienes ya se jubilaron o aquellos que ya no ocupan cargos), Milei subrayó la necesidad de que todos los miembros del cuerpo diplomático se adhirieran a las nuevas directrices del gobierno libertario. Además denunció la Agenda 2030 como «un programa de gobierno supranacional de corte socialista», que «atenta contra la soberanía de los estados-nación» y «viola el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas».
«Quienes no se encuentren en condiciones de asumir los desafíos que depara el rumbo adoptado en defensa de las ideas de la libertad deberán dar un paso al costado», afirmó el presidente en la misiva que no distinguió cargos entre los destinatarios de la carta, ni siquiera aquellos de planta permanente protegidos por la ley de Empleo Público.
Esta declaración fue interpretada como «amenazante» en los pasillos del Palacio San Martín y en el ámbito diplomático en general, donde varias personalidades se alzaron para criticar al jefe de estado. Además, el cimbronazo se produjo en uno de los pocos ámbitos que lograron mantener una política de estado que sobrevivió a la volatilidad política argentina: la política exterior.
De esta forma, el mandatario autodenominado «liberal libertario» volvió a saltar el organigrama, desplazando a Diana Mondino en su intento de bajada de línea ultraconservadora. Por su parte, la canciller, sumergida en un clima de presiones y nuevas designaciones, se limitó a retuitear el mensaje con la noticia mientras continúa resistiendo los embates de la secretaria de Presidencia.
El tono de la carta de Milei, que sorprendió a propios y ajenos, provocó un fuerte malestar entre los diplomáticos, quienes, bajo la premisa de «no escalar el conflicto», optaron por no hacer declaraciones públicas en su gran mayoría. Sin embargo, voces como la del exembajador Diego Guelar, resonaron en las redes sociales. «¡No nos insulte!», afirmó el exrepresentante argentino en Estados Unidos, China y la Unión Europea.
Guelar, un peronista de larga data que luego integró los cuadros de Juntos por el Cambio, viene sosteniendo su alineamiento con el programa económico del Gobierno a pesar de sus diferencias con las banderas de la «batalla cultural» en contra del «socialismo empobrecedor». En esa línea, subrayó que muchos de sus partidarios estaban a favor de mitigar la crisis climática y del aborto legal, dos áreas que los libertarios consideran parte de la agenda «woke» (progresista).
Por su parte, el exvicecanciller Alberto D’Alotto también se pronunció en contra de la misiva, describiendo el «tono amenazante» de Milei como «una afrenta al pluralismo y al respeto a las opiniones ajenas». «Es un hecho sin precedentes en la historia diplomática argentina», dijo D’Alotto en una carta abierta publicada en PERFIL. El exdiplomático, quien sirvió como vicecanciller durante el gobierno de Cristina Kirchner, criticó la falta de respeto hacia la experiencia profesional de los diplomáticos.
Que el tono amenazante sobre los funcionarios diplomáticos y el desdén a su opinión profesional frente a las posiciones de fanáticos improvisados sin experiencia internacional que han llegado a la Cancillería, constituye una afrenta al pluralismo y al respeto a las opiniones ajenas que rige en cualquier democracia», escribió D’Alotto.
Además, el bloque de parlamentarios del Mercosur de Unión por la Patria se unió al coro de críticas, acusando al presidente de promover «el pensamiento único». En un comunicado, manifestaron su rechazo al «apriete del presidente Javier Milei al cuerpo diplomático». En tanto, el «apriete» del Ejecutivo también había quedado en evidencia con la imputación del impuesto a las Ganancias al excedente de aquellos diplomáticos que fueran destinados al exterior, una medida actualmente frenada por la justicia.
En este contexto de tensión, marcado por las diferencias de criterio entre Casa Rosada y Cancillería y el rechazo del cuerpo diplomático, hubo otras voces que se sumaron a advertir sobre el clima que se está gestando desde Buenos Aires. Entre ellos el embajador de Alemania, Dieter Lamlé, quien expresó su confianza en que Argentina continuaría apoyando el Pacto para el Futuro, a pesar de la retórica actual del presidente.
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«A pesar de los desafíos, estoy convencido de que Argentina también nos apoyará», dijo Lamlé, lo que sugirió una posible fractura entre la percepción externa y la postura interna del gobierno. A esto se sumó la suspicacia despertada entre varios embajadores por los cambios en el Gabinete nacional registrados en apenas 10 meses de gobierno, según supo PERFIL, que se remontan a la salida de Nicolás Posse de la jefatura de Gabinete.
La crisis se intensificó con la salida de varios diplomáticos clave, incluido el embajador ante la ONU, Ricardo Lagorio, y el vicecanciller Leopoldo Sahores, quien renunció esta semana en medio de rumores sobre la salida de otros funcionarios que rodearon a Mondino desde que asumió como canciller.
Para forzar la bajada de línea en Cancillería, Casa Rosada se involucró directamente en la designación de dos figuras de confianza de Karina Milei y el asesor Santiago Caputo: el libertario Nahuel Sotelo, designado dar la batalla ideológica en Cancillería desde el cargo de «secretario de Culto y Civilización»; y Ursula Basset, una abogada especialista en familia que asumió como asesora para custodiar el cumplimiento del enfoque más conservador alineado con la visión de Milei.
Basset, en particular, fue criticada además por su falta de experiencia diplomática, y protagonizó una designación que generó fricciones con los funcionarios de carrera. Según fuentes cercanas, su influencia llevó a la emisión de documentos de tono ultraconservador que no contaron con el apoyo de muchos diplomáticos.
En su comunicación oficial, Milei destacó que «los principales organismos internacionales se sometieron a esta agenda que obedeció a intereses privilegiados». Esta frase encapsuló su postura radical contra las políticas globales que consideró colectivistas y contrarias a la soberanía nacional.
El clima de tensión alcanzó su punto álgido con la reciente amenaza del presidente de que aquellos diplomáticos que no estuvieran dispuestos a alinearse con su agenda debían «dar un paso al costado». La comunicación fue replicada en redes sociales por diversas cuentas afines a Milei, amplificando su mensaje y causando revuelo en el ámbito diplomático.
Los problemas se agravaron por la percepción de que las posturas rupturistas de Milei podrían poner en riesgo los compromisos internacionales de Argentina, además de ubicarla en las votaciones en la misma línea que los países autoritarios. Los diplomáticos alertaron que estas medidas podían dañar tratados previamente firmados y contradicen legislación interna, algo rechazado por el círculo que rodea al Presidente.
Fuente: Perfil