Se sabe de la solidaridad política del presidente Lula da Silva con su par de Venezuela, Nicolás Maduro. Pero también se sabe que Lula es lo suficientemente astuto para defender intereses nacionales aun en desmedro de sus convicciones personales.
Por las “lulas”, perdón, por las dudas, si tras la votación venezolana habrá “un baño de sangre”, como amenazó Maduro si perdiera, el ejército brasileño lleva una semana reforzando la frontera con Venezuela en el estado de Roraima, teniendo a manos misiles Spike LR2 de fabricación israelí, que llegaron hace unos días directamente desde Tel Aviv a bordo de un avión de transporte táctico, el Embraer KC-390 de la Fuerza Aérea Brasileña.
Los misiles podrían ayudar a Brasil a hacer frente a los blindados venezolanos en caso de que Maduro decidiera escalar la situación en Venezuela invadiendo el Esequibo, la región en disputa con Guyana. Desde hace semanas, el comandante estratégico operacional de la Fuerza Armada Bolivariana, Domingo Hernández Lárez, no ha dejado de celebrar en sus redes sociales tanques y hasta de un “tancódromo”, un lugar de entrenamiento militar para el uso de blindados en la isla de Anacoco, en la confluencia del río Cuyuní y el río Venamo, en la frontera con Guyana.
En caso de que Maduro gane o se niegue a ceder el poder, el estado brasileño de Roraima, fronterizo con Venezuela, corre el riesgo de ser invadido por miles de venezolanos. Desde 2015, de hecho, Roraima es la principal puerta de entrada de los ciudadanos venezolanos que huyen del régimen de Maduro. Solo en 2023, de los 71.198 extranjeros que buscaron refugio en Brasil, el 95 % eran venezolanos.
El éxodo a lo largo de los años no ha sido fácil. Uno de los estados más pobres de Brasil, Roraima, se ha enfrentado a epidemias y a un aumento de la delincuencia organizada, ya que los emigrantes han sido infiltrados por miembros del temido Tren de Aragua, el grupo criminal venezolano más importante, incluido recientemente en la lista negra del Tesoro estadounidense de las principales organizaciones criminales transnacionales. Brasil corre el riesgo de no estar preparado para un nuevo éxodo masivo de venezolanos aún más desesperados y que huyen del “baño de sangre” de Maduro.