Latinoamérica enfrenta su deuda creciente con China

La relación financiera entre China y Latinoamérica atraviesa una transformación decisiva. Tras años de grandes desembolsos, el gigante asiático ha pasado de ser un prestamista masivo a convertirse en un gestor activo de las deudas acumuladas en la región. Hoy, el escenario está marcado por amortizaciones, renegociaciones y una drástica reducción del financiamiento nuevo, lo que reconfigura las prioridades económicas y diplomáticas en países altamente expuestos.

Durante la década pasada, el crédito chino se convirtió en un pilar para gobiernos que buscaban liquidez sin las estrictas condiciones de organismos multilaterales. Sin embargo, ese ciclo se cerró. Lo que queda ahora es un entramado complejo de compromisos soberanos que inciden en decisiones fiscales, comerciales y geopolíticas.

Los países más endeudados y el viraje estratégico de China
Según el Instituto de Finanzas Internacionales, Venezuela es el país con mayor exposición, acumulando US$59,200 millones desde 2005. Este caso representa el mayor desafío para Beijing, debido a que buena parte de la deuda se estructuró mediante envíos de petróleo, un mecanismo sujeto a interrupciones y redefiniciones operativas.

El economista Jonathan Fortun explica que un eventual cambio político en Venezuela abriría espacio para renegociaciones profundas, pero sin soluciones inmediatas. China ha demostrado flexibilidad en el pasado para evitar un default caótico, aunque la magnitud venezolana vuelve el proceso mucho más complejo.

Después de Venezuela aparecen Brasil, con US$32,400 millones, cuyo peso geopolítico y su rol dentro de los Brics aportan una dinámica distinta, seguida por países con escenarios más delicados, como Ecuador, con US$11,800 millones, Argentina, con US$7,700 millones, y Bolivia, con US$3,200 millones.

Mientras el crédito soberano pierde centralidad, la inversión directa china gana terreno. Sectores como energía, infraestructura, minería, logística y electromovilidad concentran parte importante de los flujos actuales. Este cambio responde a una estrategia más selectiva: China evita prestar a gobiernos con riesgos elevados de impago, tras experimentar pérdidas significativas en operaciones pasadas, especialmente con Venezuela.

La deuda opaca y los condicionamientos implícitos
Uno de los elementos más debatidos es la falta de transparencia. Estudios mencionados por el profesor Rafael Pampillón, del IE Business School, subrayan que los préstamos chinos son menos claros que los otorgados por instituciones multilaterales o acreedores occidentales. No implican pérdida automática de soberanía, pero sí incrementan la dependencia económica y pueden abrir espacio a presiones diplomáticas en momentos de vulnerabilidad.

Además, el financiamiento chino suele incluir requisitos comerciales, como el uso de contratistas, tecnología o mano de obra proveniente de China. En algunos casos, existen mecanismos de garantía que obligan a depositar ingresos de proyectos en cuentas especiales para asegurar pagos, lo que puede condicionar presupuestos nacionales.

Sin embargo, Pampillón sostiene que la narrativa de una “trampa de deuda” deliberada no encaja con la experiencia latinoamericana. No hay evidencia de que China busque apropiarse de activos estratégicos mediante impagos. Los problemas más críticos, añade, responden a factores internos: mala gestión económica, dependencia de materias primas y debilidad institucional.

De los préstamos a la cooperación: la nueva etapa de China en la región
La presencia china ha evolucionado hacia proyectos vinculados a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, donde la diplomacia comercial sustituye a las presiones tradicionales. Desde 2013, China es uno de los principales constructores y financiadores de infraestructura en Latinoamérica.

Entre 2000 y 2024, Brasil absorbió el 33% de toda la inversión extranjera directa china en la región, equivalente a US$67,000 millones. Le siguen México con US$36,500 millones, Argentina con US$24,500 millones y Chile con US$20,500 millones. Más atrás están Colombia (3,3%), Venezuela (1,6%), el Caribe (4,3%) y Centroamérica (0,7%).

La creciente interdependencia también se refleja en el comercio. De acuerdo con la Cepal, China será el destino de mayor crecimiento para las exportaciones latinoamericanas en 2025, con un aumento proyectado de 7% en el valor exportado, impulsado por la demanda de carne, soja y minerales como el cobre.

Para la región, el desafío es claro: diversificar mercados, fortalecer instituciones y aprovechar la relación con China sin profundizar vulnerabilidades. El gigante asiático, ahora más cauteloso en sus préstamos, sigue expandiendo su influencia a través del capital, la inversión y la diplomacia económica.

Fuente: Mercado

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