Tras años de enfocarse casi en exclusiva en su gigantesco mercado doméstico, los fabricantes de automóviles chinos han girado su mirada hacia el exterior, en busca de nuevas oportunidades de crecimiento y de una vía de escape a la feroz competencia interna. Según un informe del Rhodium Group, por primera vez en 2024 las inversiones en el extranjero de estas empresas superaron a las realizadas dentro del país.
El cambio llega en un contexto complejo. Las compañías se enfrentan a una caída de la demanda doméstica, a una capacidad de producción sobredimensionada y a una guerra de precios que ha reducido drásticamente sus márgenes de beneficio. La presión por salir al exterior se ha impuesto incluso a pesar de un clima internacional cada vez más hostil, con Estados Unidos y la Unión Europea reforzando restricciones y controles sobre las inversiones procedentes de Pekín.
Durante la última década, cerca del 80 % de la inversión de la cadena de suministro de vehículos eléctricos en China se destinó al mercado local. En 2021 y 2022, el gasto interno alcanzó una media de 92.000 millones de dólares anuales, impulsado por un fuerte apoyo gubernamental, lo que llevó a Bruselas en 2024 a imponer aranceles a los modelos cero emisiones provenientes del país.
Sin embargo, la situación cambió rápidamente: en 2023, las plantas de ensamblaje de automóviles eléctricos funcionaban solo al 49 % de su capacidad, mientras que las fábricas de baterías lo hacían a un 36,5 %. Con esa sobrecapacidad, la inversión doméstica se redujo en 2024 a apenas 15.000 millones de dólares, dejando vía libre a la expansión exterior.
El estudio destaca que la producción de baterías concentra la mayor parte de los recursos, representando un 69 % de la inversión en China y un 74 % en el extranjero. Aunque las plantas de ensamblaje de vehículos han crecido con rapidez fuera del país, la mayor parte de la capacidad industrial sigue localizada en el territorio chino.
El viraje estratégico responde también a un entorno global cambiante. En 2023, las ventas de vehículos eléctricos descendieron un tercio a nivel mundial, reflejo de un mercado que empieza a enfriarse tras años de fuerte crecimiento. Al mismo tiempo, el temor a nuevos aranceles, en plena guerra comercial con Estados Unidos, ha incentivado a las compañías chinas a trasladar parte de su producción a otros países para esquivar las barreras comerciales.
El camino no está exento de riesgos. A la incertidumbre regulatoria en los mercados de destino se suma la creciente preocupación de Pekín por la fuga de tecnología, la pérdida de empleos y la desindustrialización. Según el informe de Rhodium Group, el Gobierno podría endurecer en el futuro el control sobre las inversiones exteriores en sectores considerados estratégicos.
En este contexto, algunos economistas ven en esta tendencia una oportunidad histórica. Yao Yang, decano del Dishui Lake Advanced Finance Institute en la Universidad de Finanzas y Economía de Shanghái, aseguró que los fabricantes chinos podrían «construir otra China en el extranjero» en los próximos 10 o 20 años.
Durante el Foro de Boao celebrado en marzo, Yao recordó que potencias como Reino Unido, Estados Unidos o Japón replicaron en su día parte de su modelo industrial en el exterior, y China podría seguir una estrategia similar.
El economista subrayó que, mientras los activos exteriores del Reino Unido representan varias veces su PIB, y los de Estados Unidos y Japón también alcanzan cifras muy elevadas, los de China apenas equivalen a la mitad de su producto interior bruto. «China todavía tiene un largo camino por recorrer, pero esta ruta solo se ensanchará a medida que avancemos», concluyó.
El Comercio, España