Por Néstor Saavedra
Mensaje de voz a mi WhastApp. Mi hijo menor, pero ya mayor. No puedo escucharlo porque ha llamado mi anciana madre. Corta a los diez minutos y lo oigo. Apelando a mi memoria, me pedía un dato que está en la Biblia.
Cuando voy a responderle, manda otro mensaje de voz: «Ya consulté a la Inteligencia Artificial y me respondió; gracias, pa.» Me quedo pensando en la Inteligencia Natural de mi hijo, que lo llevó a resolver en segundos un tema. Me quedo pensando también en que la otra inteligencia no sustituya nuestros diálogos ni me quite el desafío de sus preguntas, casi siempre complejas.
Sospecho que mi hijo tiene tanta Inteligencia Natural que sabrá aprovechar la Inteligencia Artificial como herramienta y no como un obstáculo en nuestras habituales pláticas, donde desfilan dudas existenciales, como «¿Dónde está Dios cuando matan un niño?» o «¿Cuál es el límite entre la ciencia y la fe?» o «¿Por qué las políticas son tan débiles que prefieren los extremos en lugar de ir por el medio?»
La Inteligencia Artificial, de todos modos, no nos interrumpirá la capacidad de reflexión y de opinión. Al contrario, nos dará más definiciones, más datos, que enriquecerán las controversias. Cuida bien que el celular o internet no les quiten minutos a las conversaciones con tus hijos. En lugar de enojarte con el irrefrenable progreso, aprovéchalo para estar más conectado, pero también más conectado con tu hijo. Ya lo dice la vieja canción, «el amor es más fuerte», incluso que todo internet.