Por Néstor Saavedra
Karen Ábalos es una emprendedora nata. Con apenas poco más de 30 años, al nacer la primera de sus dos hijas decidió tener un negocio y pasar de trabajar y gastar alocadamente, a trabajar y administrar el dinero para tener más.
¿Cómo nació esto de querer emprender en tu vida?
Nació después de ser madre: tuve esa necesidad de tener algo más. Siempre fui muy trabajadora. Nunca me importó trabajar 10, 15 horas, 7 días a la semana, pero despilfarraba todo. Trabajaba mucho, pero gastaba mucho. Hasta que a los 27 años fui mamá y pensé: “tengo que construir algo, no me puedo delirar la plata, tengo que proyectar, tener algo”.
¿Cuál fue tu primera iniciativa?
Empecé con un negocio en Punta del Este. Viajaba mucho a Uruguay, porque mi mamá vive ahí. Y un amigo me avisó que estaban vendiendo un fondo de comercio a 20.000 dólares. No me parecía tanto. Y por lo que sabía, Uruguay es muy bueno con el tema de impuestos, documentación, te dan muchos beneficios.
Fui a ver el lugar. Estaba horrible, todo roto, feo. Había que reconstruirlo. Pero caminé y lo compré. Estuve casi un año en remodelación.
¿Qué te decían tus amigos?
Que no me largara tan rápido: “fíjate, Karen. Tenés que hacer un análisis de mercado, los números, lo que investigás”. Pero pensé: “yo no sé nada. Se va a ir dando”. Seguí mi intuición.
Mientras tanto tuve que pagar el alquiler del local, los gastos de construcción. Gasté más o menos 100.000 dólares para remodelar todo.
Al final, al primer mes daba pérdida. Al segundo mes estaba nivelado. A partir del tercer mes empezó a dar ganancias. Entonces delegué el manejo en un amigo de toda la vida, padrino de mis nenas. Y así me quedaban 3.000 a 4.000 dólares por mes.

Y después llega la cafetería en Buenos Aires…
Hacía años le había prestado plata a un amigo. Eran entre 5.000 y 10.000 dólares. Pero, el tiempo pasaba y no me lo devolvía. Le insistí y me dijo que no tenía la plata, pero me daba bitcoins, que eran unos 900 dólares. Yo no entendía mucho pero, antes que nada, acepté.
Varios años después averigüé cuánto valían estos bitcoins que me había dado. En ese momento eran unos 60.000 dólares. No podía creerlo. Le pregunté a otro amigo y me dijo que era así.
Entonces quería comprar una heladería y el dueño no quiso vendérmela. No sé por qué pero quería invertir esa plata.
Y me puse a buscar fondos de comercio en internet hasta que apareció una cafetería en Puerto Madero. Me gustaba la zona. La vine a ver y me mandé.
¿También fue exitosa la cafetería rápidamente?
Tardó más tiempo porque me la vendieron con la condición de que tuviera una determinada marca. Y no pensé en las consecuencias que eso conllevaba. Entonces cuando quise expandirme empezaron los problemas. Quería hacer publicidad, videos: no me dejaban, todo me decían que no. Quería poner una PlayStation y me tiraron abajo el plan; después aceptaron, pero primero me lo negaron.
En un momento me cansé de remar. Y les dije que me devolvieran la plata y les daba la cafetería. Pero llegamos al acuerdo de que me la dejaban a mí y que hiciera lo que yo quisiera.
Así que ahí nació Zebra, en el predio de la Universida Católica en Puerto Madero, a una cuadra de Azucena Villaflor, que es la prolongación de la avenida Belgrano, muy fácil de llegar y con muchos estudiantes universitarios que vienen en la semana, aunque nuestra intención es abrirla pronto los fines de semana también, especialmente para los turistas.
¿Alguna especialidad?
El café es muy bueno.
¿Cómo te llevás con las críticas?
No les doy importancia. Porque hay gente que critica, quizá sin mala intención, pero con otra mentalidad. Generalmente intento no escucharla y solo oír a quienes tienen resultados positivos. Siempre escucho y hablo con la gente que tiene buenos resultados: el 100 % de la gente que tiene buenos resultados siempre te dice: “sí, anda para adelante”, siempre son muy positivos.
¿Y con la posibilidad de un fracaso?
En mi cabeza no existe. No me imagino fracasando en algo. Para mí es siempre buscarle la vuelta.

Un consejo final para la gente joven como vos que quiere quiere empezar un emprendimiento.
Lo más importante es asegurarte que seas una persona proactiva. Es la base de todo. Que le des para adelante, que siempre estés buscando, que tengás motivación. Si es así, te va a ir bien.
Si sos una persona que hay que andar diciéndote qué hacer, no abrás un negocio porque, por más que tengás todas las herramientas y plata, te va a ir mal.
Si sos proactivo, emprendé, empezá como sea, pero empezá. La mayoría de la gente debería enfocarse en lo que le gusta. Y crecer: yo ya estoy pensando en un tercer negocio con algo que me encanta hacer y pronto lo abriré.