Dentro de la variedad de espectáculos que presentó la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024, la representación de la La Última Cena es, sin dudas, la más polémica, como se puede notar en las redes sociales.
En una de las numerosas performances de la ceremonia, varios drag queens representaron el cuadro de Leonardo da Vinci, obra que recuerda el relato de los Evangelios sobre la última vez que Cristo se sentó a cenar con sus apóstoles.
Esto sucede también en el contexto de lo que pasó ayer en el Capitolio de Texas, USA, cuando una mujer interrumpió un acto islámico para decir por micrófono: “El islamismo y su falso profeta Mahoma nunca dominarán los Estados Unidos, en nombre de Dios”.
Según comunicó la organización, el objetivo era celebrar tres aspectos convergentes: la diversidad del arte, la música y las orientaciones sexuales. La pregunta que nos hacemos desde este hemisferio es si para ello era necesario representar una escena de la vida del Mesías, en especial porque el arte tiene innumerables expresiones fuera de los puramente religioso.
Como no podía ser de otra forma, la imagen no tardó en hacerse viral. Cristianos de todo el mundo manifestaron prontamente su indignación por esta obra que consideraron va en contra del sentimiento religioso de los seguidores de Jesús. Otros tanto consultaron, con ironía, por qué Francia no evocó a Mahoma, lo que obviamente alude a los atentados que se suscitaron cuando un ilustrador hizo un dibujo en una revista local y al temor de que los Juegos sean objetivos de algún grupo extremo de dicha fe.
Incluso no faltaron los que dijeron que, a raíz de lo que consideraban una herejía, la lluvia castigó la fiesta en la que solo el palco de autoridades estuvo cubierto. Parece que no fue buena idea sacar el acto de los estadios olímpicos.
Los atletas la pasaron bastante mal: el público estaba lejos y se bañaron durante toda la tarde, lo que hasta puede reflejarse en algún problema de salud (gripes y similares). Si la idea era enfatizar la belleza de la ciudad al mundo, algo absolutamente conocido, el tiro salió por la culata.