Por Néstor Saavedra
“Todo ha caducado en el mundo, creencias, costumbres, gobiernos, razas, glorias históricas, tan pronto como la ciencia ha penetrado en el fondo de la vida de la humanidad, le ha pedido cuentas de los fines que le ha impuesto la naturaleza. Lo único que ha sobrevivido a la investigación científica es la moral. Y ha sobrevivido, porque el último fin de la ciencia es la moral. Y la moral es el último fin de la ciencia, porque el bien es el fin de la verdad. Así providencialmente unida al bien, la verdad es la única educación completa. Al educar la razón, educa a la conciencia: al educar la conciencia, induce al bien.”
Es llamativo que los medios de comunicación masiva, en general, hayan olvidado que hoy se cumple un aniversario más, 121 años, de la muerte de Eugenio María de Hostos, quien sostuvo como motivo de su vida que la revolución se logra por la educación.
El autor de las palabras del primer párrafo nació en Mayagüez en 1839 y es considerado “Ciudadano de América”, pues, como profesor, filósofo, político, sociólogo y escritor, luchó, no solo por la separación de Puerto Rico y la unidad de las Antillas Mayores y de Hispanoamérica, sino por la educación de toda Latinoamérica.
Luego de estudiar en España se lanzó a la búsqueda de sus ideales emancipadores. Recorrió buena parte de América del Sur y del Centro, llegando a la sureña Buenos Aires, donde la ofrecieron una cátedra de filosofía que no aceptó.
Entre 1878 y 1888 vivió en República Dominicana, donde fundó la primera escuela normal en la que no se estudiaba religión sino moral social. Su objeto era construir seres humanos “completos”, capaces de cuestionar todo, hasta la fe, para que se edificaran sociedades libres.
En 1881 fundó la Escuela Normal de Santiago y en 1888, la Escuela Noctura para los obreros de Santo Domingo. Su idea fundamental era que los libertadores consolidaron los estados nacionales a través de dos armas: las batallas y la política. Pero ahora había llegado la hora de la revolución mental o intelectual, a través de los libros, el estudio.
De Hostos procuró cambiar la espada por la pluma, el revólver por la palabra. Sabía y transmitía su saber: el verdadero cambio no radica en la obligación que surge de la imposición armada o de la amenaza de un infierno en el más allá; la revolución profunda está en la cultura, en el conocimiento: es la mente que llama a la acción.
Han pasado 121 años, han pasado presidentes, ministros, líderes militares y civiles, jueces y legisladores. La deuda con nuestra sociedad dominicana aún está presente.