Dar los primeros pasos en comercio exterior puede parecer una tarea intimidante para cualquier emprendedor; sin embargo, con la estrategia adecuada y el asesoramiento correcto, la exportación se puede convertir en una oportunidad para expandir un negocio.
En Argentina, se registraron 9.085 empresas exportadoras de bienes en 2024, lo que está muy por debajo del máximo histórico de 15.075 alcanzado en 2006, según la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA).
Sin embargo, según proyecciones de la CEPAL, América Latina y el Caribe crecerán un 2,2% en 2025, lo que demuestra que la demanda internacional sigue activa y que hay oportunidades para quienes estén preparados.
«Todo comienza con la decisión de llevar un producto al mercado global», asegura Lucas Bianchi, fundador de Interboders, aunque aclaró que la intención no es suficiente.
Como primer gran paso, Bianchi mencionó la investigación: conocer a fondo el mercado de destino, su demanda, las regulaciones y si tu oferta puede competir o diferenciarse. «Investigar los datos de consumo y las normativas específicas es crucial», dijo y recomendó hacerlo con detenimiento para evitar errores que pueden ser mucho más costosos que el tiempo invertido.
Una vez que el objetivo está claro, sigue la parte burocrática. «Este punto suele frenar a muchos, pero hay alternativas para no paralizarse: existen servicios de terceros que permiten validar mercados sin asumir toda la carga administrativa inicial», señaló.
Costos logísticos y financieros para exportar
Otro aspecto clave es entender los costos reales de una operación. El error común es pensar que solo se trata de sumar el precio del producto y el envío pero, en operaciones internacionales entran en juego factores «invisibles». En este punto Bianchi apuntó a aranceles, seguros, tasas portuarias, comisiones bancarias, almacenaje en tránsito, y hasta ajustes por tipo de cambio. «Saber calcular correctamente los costos logísticos y financieros es lo que permite que un negocio internacional sea rentable», dijo.
Además, puso énfasis en el rol crucial de la tecnología, particularmente en herramientas que permiten el seguimiento y la trazabilidad de los envíos en tiempo real que «no son solo una comodidad, sino un diferencial que los mercados exigen cada vez más».
Tener visibilidad desde el origen hasta el destino y poder anticipar problemas le permite a los emprendedores «competir con grandes jugadores, ofreciendo un nivel de servicio profesional sin tener una estructura gigante», señaló.
«Todo esto requiere algo que va más allá del conocimiento técnico: relaciones», destacó el especialista en relación a que «la capacidad de construir vínculos sólidos con agentes, distribuidores, transportistas y operadores logísticos es parte esencial del negocio».
Crisis y oportunidad
Como no sucede en muchos casos, en la Argentina, las crisis dan lugar a oportunidades y un ejemplo consolidado es el de la firma Crucijuegos, que exporta el 10% de su producción desde su planta en Rosario, Santa Fe, a Uruguay, Paraguay, Bolivia, Chile y Colombia.
La empresa nació del cimbronazo que generó en la década de los 90 el cierre de los videoclub, lo que obligó a innovar en un sector novedoso para la familia Imaz: peloteros infantiles. «Fue un cambio radical de la noche a la mañana», contó Ignacio Imaz, el menor de los hijos que hoy dirige la pyme.
«En el depósito del videoclub pasamos a guardar lona y goma espuma», recordó. El negocio fue creciendo con sucursales propias hasta el 2001. «Todo lo que debíamos en pesos se multiplicó por 4», reflejó. En un mercado ya saturado, la alternativa fue venderles «a medida» al sector público, a municipios, y competir con importados.
Actualmente la firma emplea a más de 20 diseñadores industriales que desarrollan propuestas innovadoras: juegos adaptados e integradores, circuitos deportivos y de calistenia, pisos de caucho, camas elásticas, entre otros.
Lejos de atormentarse por el contexto volátil, luego de conquistar prácticamente los espacios de juego al aire libre de todo el país, Ignacio Imaz asegura que su objetivo es posicionar a Crucijuegos en Latinoamérica.
La posibilidad de viajar y ver «qué hay en el mundo» resultó clave para el desarrollo de la firma en el mercado local. En este sentido, contó que la apertura de importaciones facilita la incorporación de mayor tecnología y materiales. Al mismo tiempo, destacó que «ingresa materiales poco nobles, sin control de calidad, productos que duran 6 meses», lo que genera competencia desleal.
«Tenemos Aduana en planta, que nos hace súper competitivos para exportar, los costos son mucho menores y no exportamos menos de un camión o un contenedor completo», explicó.
Respecto al servicio de posventa explicó que no es necesario, ya que «no es nada complejo de mantener, es muy sencillo, cualquier persona lo puede hacer», dijo y contó que tanto a los clientes locales como del exterior les aseguran todas las piezas metálicas y repuestos durante 10 años.
Actualmente, en una planta de 20.000 metros cuadrados, Crucijuegos emplea a 450 personas y amplió su portfolio: a los juegos infantiles y salas de entretenimiento se suman ahora los juegos acuáticos, consolidando a la empresa como un jugador integral en el mercado del ocio.
En definitiva, lanzarse al comercio exterior no es un salto al vacío, sino una decisión estratégica. Con una buena planificación, el acompañamiento de expertos y el uso de herramientas digitales, incluso las pequeñas empresas pueden competir a nivel global.
Fuente: Cronista