Gatekeeping fallido: el caso Wellington Arnaud

Durante más de una década, Andrés Manuel López Obrador fue víctima de una estrategia sistemática de invisibilización política en México. Fue tildado de populista, ridiculizado en los medios y excluido de los circuitos de poder por una élite que, a toda costa, buscaba neutralizarlo como amenaza. Pero fracasaron. ¿Por qué? Porque AMLO no era un liderazgo artificial; tenía una estructura real, un discurso coherente y una conexión emocional sólida con las masas. Era, en términos politológicos, un liderazgo orgánico, no una figura mediática construida desde el marketing político, sino una expresión genuina de la sociedad.

Hoy, ese mismo patrón parece replicarse en la República Dominicana, aunque con matices y un nuevo protagonista: Wellington Arnaud. En él convergen tres factores que explican su silenciosa, pero firme ascensión: estructura territorial, legitimidad desde abajo y exclusión estratégica del sistema de visibilidad política.

Gatekeeping político: El arte de decidir quién existe

Desde la teoría de la comunicación política, el gatekeeping es el proceso mediante el cual ciertos actores, principalmente medios de comunicación, encuestadoras y operadores políticos, filtran y moldean la información que llega a la ciudadanía. No solo determinan qué se dice, sino también quién puede ser dicho. Este mecanismo funciona como una cerradura: no necesariamente se desacredita al oponente, se lo borra del discurso.

En política, el gatekeeping se traduce en encuestas selectivas, omisiones deliberadas, cobertura asimétrica y narrativas que refuerzan la idea de que solo ciertos nombres son viables. Es una forma de biopolítica de la atención: lo que no se nombra, no existe; y lo que no existe, no compite.

A Wellington Arnaud se le ha aplicado esta lógica con precisión quirúrgica. A pesar de contar con una base significativa—más de 30 legisladores, más de 100 alcaldes y más de 350 regidores—, su nombre ha sido consistentemente excluido del radar mediático y de los estudios de opinión. No es una omisión ingenua: es una estrategia de contención.

Psicología política: El efecto del silencio como estímulo

Desde la psicología social, el intento de borrar una figura del espacio público genera, paradójicamente, una respuesta contraria en contextos de alta politización. A mayor censura, mayor curiosidad. El “tapado” se convierte en objeto de deseo político: la figura excluida empieza a cargar con una narrativa de resistencia, de autenticidad, de lucha. AMLO lo vivió, Lula lo vivió, incluso Nayib Bukele, en su momento, canalizó ese tipo de narrativa.

En el caso de Wellington Arnaud, su perfil conciliador ha sido interpretado por muchos dentro del PRM como señal de coherencia, paciencia y trabajo sostenido. En un ecosistema político saturado de imagen y performance, el político que actúa como “hormiga”, trabajando desde las bases, sin estridencias ni escándalos, adquiere un capital simbólico valioso. Representa lo real frente a lo fabricado.

Liderazgos orgánicos vs. Liderazgos artificiales

Antonio Gramsci hablaba de los liderazgos “orgánicos” como aquellos que emergen de una estructura social determinada y representan las aspiraciones concretas de un grupo. No son impuestos desde fuera ni promovidos por las élites; nacen en el tejido social. Wellington Arnaud, al igual que AMLO en su momento, parece insertarse en esta categoría.

Los liderazgos artificiales, en cambio, se construyen desde el poder hacia la base, muchas veces sin sustento territorial, sin estructura real y sin conexión afectiva con el electorado. Son los “presidenciables de laboratorio”, promovidos por encuestas, medios y grupos económicos, pero con escasa legitimidad real.

El poder de lo negado

La historia política latinoamericana nos ha mostrado una y otra vez que la exclusión sistemática de liderazgos auténticos no los destruye, sino que los fortalece. Cuando la ciudadanía percibe que alguien está siendo invisibilizado por las élites, tiende a interpretarlo como una opción real de cambio.

Wellington Arnaud no necesita ser fabricado: ya está construido. Su reto no es de origen, sino de proyección. Si logra romper el cerco del gatekeeping y posicionarse como alternativa viable sin perder su esencia de cercanía y trabajo territorial, podría reescribir el libreto del PRM de cara al 2028.

En la era de la saturación mediática, tal vez el liderazgo más efectivo sea el que crece en silencio, hasta que el silencio ya no pueda contenerlo.

Fuente: Randy Estrella para El Nuevo Diario

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