El reciente aumento del éxodo de venezolanos hacia Brasil ha despertado la atención de las autoridades, especialmente tras las elecciones de julio y el exilio político de Edmundo González Urrutia.
Según datos de ACNUR, las solicitudes de asilo de ciudadanos venezolanos han aumentado un 25%, con miles de nuevos migrantes llegando a la ciudad fronteriza de Pacaraima en las últimas semanas.
Brasil ha intensificado su Operación Acolhida, una iniciativa destinada a gestionar este flujo migratorio, ofreciendo a los recién llegados servicios de vacunación, revisiones médicas y orientación sobre su estatus migratorio.
A pesar del control que las autoridades brasileñas aseguran mantener en la frontera, los retos persisten para los migrantes venezolanos.
Un tercio de los que han huido carecen de estatus legal, y muchos enfrentan problemas de vivienda, integración y protección.
La situación ha llevado a que miles de migrantes vivan en albergues temporales en Roraima, representando un alto porcentaje de la población vulnerable en Brasil.
Organizaciones como R4V han advertido que las condiciones podrían empeorar, especialmente si no se intensifican las medidas de asistencia para los refugiados.
Por otro lado, la situación en Brasil también ha sido complicada por el descubrimiento de una ruta de tráfico humano que utiliza al país como puente hacia Norteamérica.
Como respuesta, el gobierno ha implementado nuevas medidas migratorias, afectando a cientos de migrantes, particularmente asiáticos, quienes han quedado varados en aeropuertos brasileños.
Vietnam ha intervenido para resolver la situación de sus ciudadanos atrapados en estas circunstancias, en un esfuerzo por mantener una migración segura y ordenada.