Por Néstor Saavedra
No existen, afortunadamente, manuales ni tutoriales para ser padre. Es que trata de un ejercicio tan dinámico, tan rico, tan abarcador, tan de cada segundo, tan personalizado, tan vital, que no hay manera de esquematizar su procedimiento en frases más allá de las generalizaciones.
Ni siquiera la Biblia, que es el libro en el que los cristianos depositamos nuestra fe para obedecer y, por eso, lo llamamos “Palabra de Dios”, se encuentran páginas donde se sistematice el difícil y hermoso arte de ser padre.
Existen consejos u orientaciones en forma aislada, por ejemplo, dentro del Pentateuco, los Evangelios o las cartas. Un caso: en Colosenses 3.20-21, Pablo ordena a los hijos que obedezcan a los padres y a los padres que no hagan enojar a sus hijos. Justifica el primer mandato: “porque esto agrada al Señor”; del segundo; da un objetivo: “para que no se desanimen”.
Todos sabemos como padres que alguna vez hemos enojado a nuestros hijos, sea cuando le prohibimos algo que consideramos que le hará daño o cuando le exigimos otra acción que sospechamos que será para su bien. Lo que Pablo está indicando en su carta es que el camino de la irritación por sí sola conduce al desaliento. Pensemos en la riqueza de esta expresión.
Aunque tengamos que retar y poneles límites o darles mandatos, podemos hacerlo siempre con la debida cuota de amor: el propósito no es desanimarlos sino que se conduzcan para que vivan como Dios quiere. Razonando al revés, desalentar a un hijo haciéndolo enojar termina convirtiendo peor al remedio, al medicamento, que a la enfermedad. Animarlo, alentarlo, aplaudir sus logros, ayudarlo a ir por más, es deber paterno.
“Padre no es el que tiene un hijo, sino el que lo cría”, reza un viejo dicho. No se trata solo de recibir las consecuencias de una cuestión biológica, sexual, sino que recién ahí empieza un largo camino de mucha paciencia y amor para procurar la felicidad, la buena vida, de esa persona que no eligió ser nuestro hijo, pero que está en nuestras manos. Un camino con aciertos y errores.
Feliz día a todos los padres, recordando el inmenso privilegio que se nos dio de tallar, esculpir, vidas, que conlleva una gran responsabilidad. Críen hijos, no amigos, ni enemigos. No los abandonen, que es mucho más que dejarlos físicamente.