Feliz desobediencia para el arte

Por Néstor Saavedra

Los hijos de Gabriel García Márquez contradicen la voluntad de su padre y dan a publicación En agosto nos vemos, una nueva novela del genial colombiano.

“Me dijo directamente que la novela tenía que ser destruida.” Las palabras pertenecen a Gonzalo García Barcha, que no nos dice mucho hasta que nos enteramos que es el hijo menor del notable escritor Gabriel García Márquez.

Nacido en la legendaria Aracataca (algún día les contaré el épico viaje que hice hasta este pueblo), trascendió el periodismo para convertirse en un extraordinario escritor. Ya con dificultades físicas y mentales para dedicarse a su arte, no lograba terminar una novela que giraba en torno a la vida íntima secreta de una mujer casada de mediana edad. “Produjo al menos cinco versiones y retocó el texto durante años, cortando frases, garabateando en los márgenes, cambiando adjetivos, dictando notas a su asistente. Finalmente, se rindió y emitió un juicio final devastador”, cuenta la periodista Alexandra Alter de The New York Times. “Hay que destruirla.”

Desobediencia o descuido, tras su fallecimiento en 2014, a los 87 años, notas y fragmentos de capítulos de la novela se guardaron en sus archivos del Harry Ransom Center de la Universidad de Texas. Quedaron allí depositadas 769 páginas, muchas de ellas sin leer, hasta que, ahora sí, desobediencia, los hijos de García Márquez desafiaron el anhelo de su padre.

En marzo se lanzará en unos 30 países la novela póstuma En agosto nos vemos, nombre que se debe a que su protagonista, Ana Magdalena Bach, cada octavo mes del año viaja a una isla del Caribe (vaya locación para colombianos ¡y dominicanos!) para visitar la tumba de su madre. En busca del recuerdo de ese amor materno, sin la presencia momentánea de su marido y su familia, en cada viaje Ana encuentra un nuevo amante.

El argumento atrapa, pero no queremos desviar la atención de la forma en que llegará a nosotros. Como lectores del Premio Nobel, tendremos la fortuna de contar con la cómplice desobediencia de sus hijos. Frente a ella, la ética nos atropella para preguntarnos si hicieron bien o mal y, consumado el hecho, si contar con una perla más de la gran pluma justifica la impresión.

García Márquez no es el único caso: la familia del ruso Vladimir Nabokov publicó contra su voluntad, en 2009, la novela El original de Laura, y Max Brod, hizo caso omiso del pedido de su íntimo amigo, un tal Franz Kafka. Después de todo, en mi infancia mi amigo Luis le robaba las galletas a su tío, el despensero, y yo las comía sin culpa.

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