Por Néstor Saavedra
República Dominicana festeja hoy el Día Nacional del Deporte. Creo que todos o casi todos sabemos la importancia que tiene para nuestra vida la práctica de alguna actividad física. No importa la edad, no importa la exigencia, no importa el sexo. Sin embargo, creo que nuestro deporte merece tres pequeñas reflexiones:
Hacer deportes no es solo competir. Claro que la competencia genera algunos valores muy importantes, como la tenacidad, las ganas de vencer o la imposición propia de objetivos, pero, ¡cuidado! el deporte competitivo tiene riesgos de perder su simpleza y transformarse en una máquina trituradora.
Padres que se enojan con sus hijos porque erraron un gol, padres que se pelean con otros padres por una falta en el juego de básquet de sus hijos, jóvenes que toman sustancias para tener más fuerza para batear o más resistencia para correr, personas que transforman la competencia en una obsesión. Atención con estos detalles: el deporte es bueno, pero no es la vida. Puede convertirse en una rica porción de nuestro vivir, pero también en una carga sicológica y físicamente imposible de ser llevada.
Además, el deporte exige una muy buena alimentación y cuidado, en general, de la salud. Si queremos ser deportistas debemos alejarnos de las prácticas que van contra esa meta, como las bebidas alcohólicas en abundancia, las drogas, las trasnochadas… Sabiendo ya que el boxeo no será parte de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, sospecho que quizá lo único que convierte a la feroz pelea entre dos personas en un deporte es la enorme cantidad de jóvenes que ha rescatado de la pobreza, la mendicidad, las malas amistades, la mala vida.
Decir que fomentamos el deporte y no contribuir al bienestar físico de los menores es, cuanto menos, una contradicción. No puede haber deporte si no hay correcta alimentación, agua limpia para bañarse y beber, facilidades de transporte hasta los lugares de práctica, seguridad para que la persona retorne a su hogar en horarios nocturnos y una buena casa con buena cama para dormir bien. En fin, fomentar el deporte es mucho más que un buen deseo.
Por último, si bien nos ayuda físicamente practicar un deporte, una de las riquezas que más entrega es la presencia de buenos amigos con un fin común. El deporte nos iguala: cuando jugamos al básquet, por ejemplo, es lo mismo el joven alero que viene de un hogar rico que el muchacho que juega en la base y su familia apenas tiene los chelitos para ayudarlo.
El deporte es muy importante, pero la demagogia suele dañarlo. No se trata solo de decir sino también de hacer. No se trata solo de abrir clubes o inaugurar canchas sino de preocuparse por la vida integral de cada hombre y mujer que puede ser un potencial campeón, pero ya es un ciudadano dominicano.