Por Néstor Saavedra
Los padres de Marta necesitan dinero porque tienen doce hijos y una situación económica angustiante. Como ella ya lucía una hermosa figura a los 14 años, bien desarrollada y atractiva, consideraron, sin todo este análisis, que lo mejor sería que quedara embarazada del «viejo» Juan que tiene dinero. Y allí anda Marta con un niño en brazos y otro en el vientre, «vieja» también a los 17 años.
Ana, su amiga, de 15 años, le dice que Marta es una tonta porque «yo quedé embarazada por mi propia voluntad y con mi novio». Bueno, no tanta voluntad porque, la verdad, es que «teníamos sexo dos o tres veces por día y no nos cuidábamos; se te va la calentura, si te ponés el condón antes». ¿El novio cuántos años tiene? ¿Qué novio? ¿El muchachito de 16 que la abandonó poco después del parto por miedo a ser padre?
El 26 de septiembre se recuerda como Día Mundial de Prevención del Embarazo en Adolescentes. Cuando una adolescente queda embarazada, su salud, educación, forma de obtener ingresos y futuro se tornan muy difíciles. Y no es solamente una cuestión económica: su mente no está preparada para ser madre. Y ni qué pensar sobre su capacidad para ser pareja, o como quieran llamarte, del padre de esa criatura, si este se hace cargo.
La adolescencia es una etapa sumamente compleja porque recoge lo bueno y lo malo de la niñez pasada y se proyecta hacia una juventud no teniendo aún un pleno sentido de la responsabilidad. Casi todo se mueve por la fuerza del placer y del disfrute y, por tanto, se pierde la perspectiva: como aquella persona que conduce un carro con la adrenalina de la velocidad, no mira a los costados y sobrevienen los choques.
Como padres, eduquemos a nuestros hijos para que, sin perder los derechos de la edad, acepten los deberes de la vida; jamás los usemos y desbordémoslos de amor para que confíen plenamente en nosotros y les ayudemos como guías en esa parte desenfrenada de la segunda década. Sí, la confianza que nos tengan es fundamental y hay que hacerla crecer diariamente. No los abandonemos pero tampoco los condenemos: no somos jueces sino padres.
Como ciudadanos, colaboremos en todo lo que podamos para ayudarlos también. Favorezcamos las decisiones políticas que los auxilien y contribuyamos con todas las entidades que los contengan, desde una establecimiento educativo hasta una iglesia, desde un club hasta la policía.
Esa adolescente será mucho más feliz controlando su sexualidad y disfrutando de la amistad, la familia, el estudio, la música, el deporte, la lectura y mil elementos más que superan a un embarazo no deseado o deseado fuera de tiempo.