El ocaso de las bibliotecas escolares en la era digital en República Dominicana

Las bibliotecas escolares se han tenido que reinventar en estos tiempos de inteligencia artificial y de dominio de los teléfonos inteligentes. Y las hay que han sucumbido.

En muchos centros educativos, estos espacios de consulta funcionan como depósitos de libros del Ministerio de Educación (Minerd), sin obras literarias ni material de lectura recreativa o de interés para los estudiantes.

En la escuela Unión Panamericana, por ejemplo, la biblioteca permanece cerrada la mayor parte del tiempo. No cuenta con una bibliotecaria fija; una maestra de español asume la función cuando su horario se lo permite.

Víctorino Germosén, director del Liceo Juan Pablo Duarte, reconoce que la oferta de libros de la biblioteca que funciona en su centro es de solo textos escolares básicos que los estudiantes consumen en el día a día.

«Tenemos los libros que el Ministerio de Educación actualizó hace un tiempo, más algunos donados por editoriales o personas particulares. Obras literarias sí hacen falta. Las pocas que hay son viejas ediciones, y eso se nota», dice.

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Germosén también alerta sobre una nueva realidad: «La tecnología ha traído cosas buenas, pero también ha hecho a los estudiantes más perezosos para leer. Hoy hacen las tareas hablando con ChatGPT. Algunos ni siquiera se dan cuenta de los errores que comete la inteligencia artificial».

«La lectura estimula áreas del cerebro que el internet no toca -agrega-. Si dejamos de leer, esas zonas se atrofian. Por eso hay que rescatar el hábito, aunque la biblioteca esté bonita y moderna; si el estudiante no tiene interés, no sirve de nada».

En la escuela República Dominicana, la biblioteca se encuentra en proceso de remodelación, con el propósito de incorporar computadoras para los niveles básico e inicial y que los alumnos tengan mayor interés en participar. «Queremos crear un espacio más interactivo», indica el director Junior Beliard.

«La lectura estimula áreas del cerebro que el internet no toca. Si dejamos de leer, esas zonas se atrofian. Por eso hay que rescatar el hábito, aunque la biblioteca esté bonita y moderna; si el estudiante no tiene interés, no sirve de nada.»

Sin biblioteca
Otras escuelas no cuentan con la dicha de tener una. En el Liceo Ángel Manuel Belliard, lo que una vez fue una biblioteca, hoy se utiliza más bien para almacenar los libros. Y en la escuela salesiana, no existe.

La orientadora Ivelisse Enríquez y la coordinadora Escarlet Gómez, de la escuela Mauricio Báez, expresan que el Minerd debe asumir la responsabilidad de reactivar estos espacios. Consideran que las llamadas «bibliotecas aula» no suplen la función de una real. Sirven para actividades inmediatas o recreativas, no para el fomento sistemático de la lectura.

Una «biblioteca aula» es una estrategia pedagógica implementada en algunos centros educativos que consiste en llevar el espacio y los recursos de la biblioteca directamente al aula. Usualmente es utilizada en los estudiantes con mayor desenvolvimiento y rapidez.

Fuera de la escuela
En la anteriormente activa biblioteca Infantil y Juvenil República Dominicana la asistencia ha disminuido de una manera notoria, pero esto no impide que haya personas que aún se interesen por la lectura del libro físico, sobre todo las familias que quieren fomentar ese hábito a sus hijos desde pequeños.

Aunque el flujo de personas ha disminuido, quedan los que les gusta investigar e indagar sobre distintos temas y eso hace que la biblioteca se mantenga.

«Siempre hay investigadores, personas que prefieren, en vez del internet, venir y buscar un libro directamente», dice Nicaulis Molina, quien trabaja en la biblioteca. «Hay gente que le gustan ciertos autores y siempre quieren venir detrás de ese».

¿Ser bibliotecario?
Aunque la tecnología deja a un lado la lectura, todavía hay docentes que creen en el poder de la lectura física.

Isabel Olivares, bibliotecaria de la escuela básica Puerto Isabela, lo resume con voz de orgullo a su profesión: «Cuando un niño se sienta, abre un libro y empieza a imaginar, eso no lo cambia ninguna computadora. Yo les leo cuentos, ellos hacen preguntas. La satisfacción de verlos leer no tiene precio».

Según datos del Minerd, el salario base de los bibliotecarios fijos ronda los 21,632 pesos dominicanos, una cifra comparada con las del año 2015, cuando rondaba entre los 8,000 y 21,000 pesos.

Fuente: Diario Libre

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