Por Néstor Saavedra
Millones de padres y madres se han preguntado a sí mismos y entre ellos si es mejor o peor darle un hermanito al primer hijo. La balanza de la reflexión, en general, se inclina hacia la respuesta positiva. Obviamente siempre median otros factores, como la salud de la madre en el primer embarazo, la situación económica para traer otro habitante a la casa, los trabajos y planes personales y familiares, entre otros.
En general hay coincidencia en que un hermano ayuda a no estar solo y, con este beneficio, a desarrollar habilidades como compartir y proteger. La solidez que pueden lograr los hermanos implica también un reto: aprender a lograr la independencia.
Hoy es el Día Mundial del Hermano y una buena razón o excusa para saludarlo y, quizá, reconciliarse. Las heridas en cualquier vínculo son mucho más profundas cuanto más cercana la relación. Por eso, aunque haya diferencias, siempre es bueno para la vida tener una linda relación fraterna, aunque no quiere decir que sea el mejor amigo.
No elegimos a nuestros hermanos como tampoco a nuestro padres y otros familiares. Esto, lejos de eximirnos de nuestra responsabilidad y derecho a amarlos, los enaltece. De hecho nos enseña que en la vida muchísimas veces no se puede escoger.
Tan fuerte es el sentido de la hermandad que el propio Jesucristo utilizó la metáfora de la familia para ilustrar, para que aprendamos, la relación que existe entre el cristiano, Dios y los demás cristianos. Por extensión, entonces, se usa la palabra “hermano” para aquellos que comparten la misma fe.
Sabe Dios también que, por la intimidad, por la cercanía, la relación con nuestro hermano no es la más fácil. Precisamente, en la Biblia, la segunda desobediencia al Creador, luego del pecado de Adán y Eva, es el crimen de Caín contra Abel, sus hijos, cometido por envidia. Agradece por la prosperidad de tu hermano y comparte la tuya con él, que la vida es una sola y vale la pena vivirla en paz.