Desde tiempos antiguos, los pueblos siempre han necesitado creer en algo o en alguien. Esa necesidad de confiar, de tener una guía, ha sido parte de nuestra naturaleza.
Puede ser un líder político, un deportista, una figura empresarial o un referente comunitario. Pero por encima de todos ellos, siempre ha existido una figura que, para muchos, representa un vínculo más profundo: el líder religioso.
A lo largo de la historia de nuestra nación, desde el descubrimiento hasta la fundación de la República, la fe ha estado presente como un pilar moral y espiritual. No solo como una práctica religiosa, sino como un símbolo de esperanza, de consuelo y de orden.
Sin embargo, vivimos tiempos en los que esa fe comienza a desgastarse. No porque la espiritualidad haya perdido valor, sino porque algunos de sus representantes han fallado, y lo han hecho de forma pública, frecuente y dolorosa.
La sociedad puede perdonar muchos errores. A los políticos se les tolera su doble discurso, a los empresarios sus excesos, y a los artistas sus escándalos. Pero cuando quien cae en la falta es un pastor, un sacerdote o un predicador, el golpe es más profundo. La decepción es mayor. La herida, más difícil de sanar.
Hoy vemos cómo líderes religiosos se involucran en escándalos que van desde abusos, corrupción, contradicciones morales o transformaciones personales que desdibujan su antiguo compromiso con los principios que predicaban. Y aunque tienen todo el derecho de vivir sus vidas y reinventarse, lo cierto es que el impacto de su caída no es individual, sino colectivo.
Si es cierto que décadas atrás este tipo de cosas pasaban pero no tan a menudo. Un pastor se mete a la política (tiene todo su derecho) llega a una posición y es un fracaso, un sacerdote es acusado de violar a un menor (la Iglesia Católica arrastra este pecado por siglos), un pastor evangélico es arrestado en una fiesta de la comunidad LGBT y Q, un predicador abandona el púlpito y se mete a influencer, una pastora que estaba sin nalgas, fea y vulnerable, ahora aparece en las redes sociales con más nalgas que la Insuperable.
Fuente: Elio Valdez