Hay acciones temerarias que terminan con final feliz. No siempre sucede así.
En el sexto piso de un edificio del centro de Mar del Plata (foto), una ciudad balnearia ubicada a 400 kilómetros de Buenos Aires, la capital argentina, una adolescente de 17 años vivió 21 días de terror después de haber sido secuestrada por una red de trata de personas. La drogaron, la golpearon y abusaron sexualmente de ella. Sus captores la ofrecían a distintos clientes que pagaban 20 mil pesos (¡ni 20 dólares!) por violarla. De no haber sido por la valentía de su abuela, una mujer de 58 años con un coraje admirable, quizás la joven nunca hubiera regresado a su casa.
No bien la joven desapareció de su casa, la abuela, que en verdad era como una madre porque la crió de bebé, fue a la comisaría, pero no le quisieron tomar la denuncia porque afirmaron que se había ido por un capricho adolescente. Entonces empezó el calvario: la señora cada día caminaba muchos kilómetros preguntando si sabían algo de ella. Hasta que una joven dijo que la había visto en un prostíbulo y le dio el whatsapp por el que los regenteadores organizaban los encuentros sexuales. “Son gente muy peligrosa”, le advirtió.
“Ahí se me ocurrió cambiar mi foto de perfil: me puse la de una mujer de 21 años con pollerita cortita y en pose, y me sumé al grupo”, contó. A los pocos minutos, un hombre le habló por privado y le dio una dirección para encontrarse, que coincidía con la que le habían adelantado.
Hasta allá fue con su auto. No bien la viero, el hermano de la jovencita se bajó y la metió en el auto. Estaba totalmente drogada. Desde entonces no se separa de su abuela, ya que tiene muchísimo miedo, además de no dormir y estar todo el día asustada.
El único detenido por el hecho es Gabriel Sánchez, un hombre de 30 años acusado de ser el cabecilla de la organización que funciona en Mar del Plata. Obviamente, hay muchos otros sospechosos, ya que, según declaraciones de la víctima, funcionaba una verdadera organización dedicada a la criminalidad.