Una voz suave recita acompañada de violines a todo volumen mientras un desfile de perros mimados posa en sillas altas, cada uno más acicalado de manera más extravagante que el anterior. “Soy delicado, auténtico, carismático, sensible, enigmático, rebelde, fresco, irresistible, limpio”, dice la voz. “Porque no soy solo un perro. Soy Fefé”.
El comercial de Dolce & Gabbana para Fefé, su nueva “fragancia libre de alcohol” hecha especialmente para perros, es un regalo para la vista. El perfume contiene “las notas envolventes y cálidas de la cananga, el toque limpio y envolvente del almizcle y los matices amaderados y cremosos del sándalo”, según el sitio web de la firma en inglés; su precio es de 99 euros, unos 109 dólares.
El perfume cuenta con la certificación de Safe Pet Cosmetics, una organización veterinaria independiente en Italia que valida la seguridad de los productos para animales, según Dolce & Gabbana. Pero, ¿es buena idea perfumar a tu compañero peludo?
“Esto es puramente en beneficio del dueño, no del perro”, comentó Daniel Mills, profesor de medicina veterinaria del comportamiento en la Universidad de Lincoln, Inglaterra. “Los perros tienen un olfato fantástico y cambiar su olor puede causarles problemas importantes”.
Los perros se valen del olfato para moverse en el mundo, que está lleno de sutiles señales de olor de otros perros, humanos, alimentos y peligros potenciales, explicó Mills. La aplicación de olores fuertes —incluidos los matices cremosos del sándalo— puede esconder estas señales importantes y causar problemas sociales y confusión entre los perros.
Cambiar el aroma de un perro también puede ocasionar que otros no lo reconozcan, lo cual podría provocar agresiones o rechazo social por parte de otros canes.
Dolce & Gabbana no está solo en el mundo de los perfumes para perros. Hownd, una empresa de alimentos y accesorios para perro, vende Peach Bum Natural Parfum for Lady Dogs (lo que vendría siendo en español algo así como “perfume natural para damas caninas olor a colita de durazno”), mientras que la marca de accesorios para perro Peanut and Pickle tiene una selección de fragancias, como coco, sal de mar, menta y toronja, tanto para perros adultos como para cachorros. Hasta la reina Isabel II, conocida por su amor a los perros, creó su propio perfume canino en 2022: Happy Hounds Dog Cologne (colonia para perros Sabuesos felices), descrita como con esencia de “paseos costeros”.
Las fragancias son una pequeña parte de una gran industria. Según un informe de Bloomberg Intelligence de 2023, se prevé que para 2030 el valor del sector mundial de los animales de compañía, que engloba atención veterinaria, alimentos para mascotas, productos farmacéuticos y otros, se dispare hasta los 500.000 millones de dólares, frente a los 320.000 millones actuales.
“Un perro con perfume quedaría privado de información vital importante”, comentó Donald M. Broom, profesor de Bienestar animal de la Universidad de Cambridge. Lo comparó con una persona que intenta ver bajo una luz cegadora; esta sobrecarga sensorial es la razón por la que los perros suelen evitar los olores fuertes que ocultan otros.
Según Broom, algunos aceites de aroma dulce, como la lavanda, pueden tener efectos calmantes en los animales, lo que puede ser útil para fines como el transporte. Pero otros olores, como el almizcle, pueden afectar negativamente las funciones fisiológicas del perro.
Anna Judson, presidenta de la Asociación Veterinaria Británica, explicó que un perfume para perros también puede ocultar problemas de salud subyacentes, lo que puede provocar retrasos innecesarios en el tratamiento. “Si tu perro huele mal, puede deberse a una afección cutánea o a otros problemas de salud; así que consulta a tu veterinario para que te aconseje”, agregó.
“Me preocupa que se instrumentalice al perro”, dijo. “El perro no puede elegir. Si el perro quiere frotarse con excrementos de coyote o zorro, es su elección. Pero rociarlo con Dolce & Gabbana no es algo que decidió”. Y agregó: “Necesitamos ser mucho más respetuosos con los perros y sus deseos”.
Fuente: Sarah Hurtes para The New York Times