Antes alcanzaba con dar la palabra”: así suelen decir nuestros abuelos, acostumbrados a una época en que las transacciones comerciales se realizaban en condiciones de extrema confianza. La sociedad se fue haciendo más compleja y crecieron las normas de seguridad: se pasó a la firma, incluso con aclaración; luego, llegaron bandas magnéticas y, con el desarrollo de internet, aparecieron códigos, claves y demás intentos.
Pero, “hecha la ley, hecha la trampa”. El phishing o robo de datos para extraer dinero también se perfeccionó. Por esta causa, el mercado de servicios de ciberseguridad gerenciada en América Latina experimenta un crecimiento significativo. Según un informe de Frost & Sullivan, se espera que el mercado alcance los USD 1.708 millones para el año 2024, lo que representa un crecimiento del 12,8 % respecto a 2023.
La ciberseguridad gerenciada es un conjunto de soluciones que ofrece una empresa externa especializada a otra para gestionar su seguridad digital. En ese contexto, uno de los principales impulsores de este crecimiento es la falta de personal calificado, ya que como se trata de un área muy especializada requiere conocimientos técnicos profundos y habilidades específicas.
En América Latina, esta brecha de talento está llevando a muchas organizaciones a recurrir a proveedores de servicios de ciberseguridad gerenciada que pueden ofrecer experiencia y recursos.
Los proveedores de servicios de ciberseguridad están desarrollando plataformas avanzadas que utilizan tecnologías como la Inteligencia Artificial (IA) y el Machine Learning para detectar y responder a las amenazas en tiempo real.
Con la ampliación de adquisiciones de productos y servicios a distancia, sin barreras de países, cada persona tiene acceso a una vidriera enorme de posibilidades, sea para vender como para comprar. Pero esto también aumenta la vulnerabilidad a los ataques cibernéticos, que, por ejemplo, no tiene lugar en relaciones tan simples y antiguas como la comprar un chocolate en una despensa. No es extraño, entonces, que ladrones cibernéticos pertenezcan a países muy alejados de las víctimas.
Así las empresas que ofrecen servicios financieros, como los bancos, tarjetas de crédito, apps de compras o billeteras virtuales, deben extremar la protección de datos de sus clientes y, por ende, la reputación propia para que los usuarios los sigan eligiendo.
Además, por tratarse de un tema de seguridad, ingresa como actor el Estado y su poder de policía, que deben trabajar en íntima relación con los sectores privados financieros. También les cabe a unos y otros promover la investigación y el desarrollo de soluciones innovadoras adaptadas a las necesidades específicas de cada país o región.