¿Qué hacer para evitar abusos de falsos pastores?

Por Néstor Saavedra

La proliferación de iglesias “evangélicas” ha dado la posibilidad de que miles de personas canalicen su fe en Cristo como Señor y Salvador, pero también, como cualquier otro fenómeno popular, trajo aparejada la presencia de líderes, cuyo fines son opuestos a los de cualquier institución que lleve el nombre de “cristiana”.

No es un fenómeno de República Dominicana sino de todo el mundo. Tampoco es nuevo: ya en las cartas bíblicas de Pablo y Juan se advierte a los cristianos acerca de quienes deformaban la fe y, peor aún, la moral. Mucho menos, es un fenómeno “evangélico”: sucede con curas, rabinos, hechiceros y todo tipo de ser humano que entienda que contar con seguidores es una oportunidad para hacer algo malo. Ni siquiera solo es un tema de varones, aunque por su histórica posición de liderazgo son muchísimo más habituales.

Los “falsos pastores” son comunes y debemos tomar conciencia de su existencia para no caer en sus garras. Una forma de ayudarnos es conocer sus estrategias: generalmente se basan en ofrecer un camino de prosperidad (económica, pero también de amores perdidos, salud, etc.) y crear un sentimiento de culpa en los fieles que solo puede sanarse por la mediación del líder.

¿Cómo detectar entonces un posible “falso pastor”? Algunas frases tan peligrosas como irreales:

1) “Si usted da su diezmo u ofrenda, Dios lo va a salvar o prosperar.” Esta idea no se encuentra en la Biblia. Es un invento para sacarle dinero. El diezmo y las ofrendas de dinero o bienes existen desde antiguo, pues sirven para sostener obras de evangelización (templos, campañas y pastores full time), pero lo que usted le dé a Dios no le garantiza ningún beneficio, porque Dios no es un comerciante y porque Jesús dejó en claro que la salvación no se compra (hasta echó del templo a los que vendían objetos de culto) ni que el dinero que usted dé para su obra le garantizará salud, auto o novio. No se deje engañar. Si en una iglesia predican este “evangelio de la prosperidad”, escápese corriendo.

2) “La espero en mi casa o en el salón que nos encerraremos para conversar.” No acepte estos convites de “pastores” de los que usted no tenga confianza. Si va a reunirse con un líder, hágalo con un grupo de personas, pero no quede a solas en un lugar cerrado. Después, puede ser tarde. Ni siquiera un buen pastor debería pedirle reunirse íntimamente, ya que correría riesgo de que usted lo denunciara por acoso. Tampoco abra las puertas de su casa a cualquiera.

3) “Solo yo o solo mi iglesia, te puede salvar”. Falso. El único Salvador es Jesús y encarga a cristianos la difusión de las buenas noticias, en griego “eu-angelios” o sea “evangelio”. Pero no existen mediadores entre Dios y los humanos, salvo su hijo Jesús. Estar bien con Dios es absolutamente individual. La iglesia no es “del” pastor o cura Fulano: es de Dios. Y esa persona solo es un instrumento divino, si no cree ser un Dios en la tierra. Todos, hasta el Papa, somos pecadores, seres tendientes a distanciarnos de Dios, sujetos a las peores tentaciones, falibles. La Biblia dice que debemos orar unos por otros, pero no que el pastor o la iglesia den la salvación. Huya de los que prediquen exclusividad, porque seguramente le pedirán algo para ellos mismos.

4) “Déjenos a su hijito que acá le vamos a enseñar de Dios.” La iglesia no es una nana o niñera. A la iglesia, igual que al colegio, usted no le debe entregar la crianza de su hijo: son auxiliares de la educación, de la instrucción religiosa, pero no hogares. Acompañe a su niño, pregúntele sobre su experiencia y escúchelo. Ante cualquier duda, sáquelo y váyase. Si tiene pruebas, denuncie. Tampoco utilice excusas para castigar a un líder al que odia por otros motivos. Sea coherente.

Es justicia aclarar también que no todos los líderes religiosos son peligrosos ni delincuentes. Esto es como pensar que todos los médicos merecen la cárcel, porque uno violó a un niño. No generalicemos ni denigremos la labor de pastores, misiones, sacerdotes que dan su vida por la causa más noble del evangelio de Cristo, quienes predican con palabras y hechos la verdad de la Biblia, ayudando a los más pobres, necesitados, desamparados, enfermos…

Tómese su tiempo para saber elegir cómo vivir y cómo enseñar a vivir a sus hijos. Cuestione. Lea la Biblia. Concurra a iglesias confiables.

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