Por: Gonzalo M. Rodríguez
Introducción
El reciente discurso del Papa Francisco en la sesión del G7, celebrada en Borgo Egnazia, Apulia, del 13 al 15 de junio de 2024, abordó con una profundidad notable los efectos de la inteligencia artificial (IA) en la humanidad.
El Santo Padre presentó una visión equilibrada sobre las oportunidades y los riesgos que presenta esta tecnología, enfatizando la necesidad de una ética robusta para guiar su desarrollo y uso.
El Valor de la Inteligencia Artificial. Ambivalencia y Riesgos.
El Papa Francisco destacó en su discurso que la IA es un producto del potencial creativo otorgado por Dios a la humanidad, siendo una herramienta con un enorme potencial para transformar diversas áreas de nuestra vida. Desde la medicina hasta la educación y la política, la IA puede democratizar el acceso al conocimiento, impulsar la investigación científica y aliviar a los humanos de trabajos pesados y repetitivos.
Sin embargo, el Sumo Pontífice también resalta la ambivalencia que suscita la IA.
Por un lado, existe entusiasmo por sus posibilidades, pero por otro, temor ante las consecuencias negativas que podría acarrear.
Este doble filo de la tecnología, tal como lo hemos planteado en otras oportunidades, exige una reflexión profunda y constante sobre su uso.
Ética y Responsabilidad.
Ahora bien, uno de los puntos más cruciales del discurso del Papa Francisco es la necesidad de una ética en el desarrollo y aplicación de la IA. La inteligencia artificial, al ser una herramienta poderosa, debe estar al servicio del bien común y no ser utilizada para perpetuar desigualdades o fomentar una «cultura del descarte».
Es aquí donde se subraya la importancia de la «algorética», una ética aplicada a los algoritmos, que asegure que las decisiones automatizadas respeten la dignidad humana y los derechos fundamentales.
Control Humano y Decisión Ética
El Papa Francisco enfatiza que, aunque la IA puede tomar decisiones basadas en algoritmos, la capacidad de decidir de manera ética y con sabiduría es una prerrogativa exclusivamente humana. La IA debe ser controlada por seres humanos para garantizar que sus decisiones no perjudiquen la dignidad humana. Es crucial, según el Papa, que la humanidad mantenga un espacio significativo de control sobre estos procesos.
IA y Conflictos Armados
El uso de IA en el ámbito militar, particularmente en el desarrollo de armas autónomas letales, es un área de gran preocupación. El Papa Francisco aboga por una prohibición efectiva de estas armas y por un compromiso concreto para asegurar un control humano significativo sobre cualquier decisión que implique el uso de fuerza letal. Este llamado es urgente y necesario para prevenir un futuro en el que las máquinas puedan decidir sobre la vida y la muerte.
Educación y Cultura.
El Papa también advierte sobre el impacto de la IA en la educación y la cultura.
La llamada inteligencia artificial generativa, que produce textos e imágenes basados en datos preexistentes, corre el riesgo de consolidar prejuicios y errores, minando el proceso educativo y la capacidad crítica de los estudiantes. Es esencial que la educación fomente una reflexión auténtica y no se reduzca a la repetición de nociones preestablecidas.
Innovación Tecnológica y Política.
Finalmente, el Papa Francisco subraya la importancia de la política en la regulación y dirección del desarrollo tecnológico. La política debe crear las condiciones necesarias para que la IA se utilice de manera ética y beneficiosa para todos.
En palabras del Papa, «la política sirve» y debe estar orientada al bien común a largo plazo, convocando a diversos sectores y saberes para liderar los cambios estructurales necesarios.
Conclusión.
El discurso del Papa Francisco en el G7 sobre inteligencia artificial constituye un hito significativo en la discusión global sobre el papel de la tecnología en la sociedad contemporánea. No solo por la influencia propia de su liderazgo, sino en particular por los fundamentos y la profundidad su contenido.
Su mensaje nos insta a adoptar una postura crítica y reflexiva frente a los avances tecnológicos, destacando la necesidad imperiosa de integrar principios éticos sólidos en cada etapa de su desarrollo y aplicación.
La inteligencia artificial, como herramienta de inmenso potencial presenta tanto oportunidades extraordinarias como riesgos considerables. Es nuestra responsabilidad, como sociedad y como individuos, asegurar que sus beneficios se maximicen en favor de la sociedad mientras se minimizan sus posibles daños.
Ello nos lleva a afirmar que es imperativo que mantengamos el control sobre las decisiones cruciales que afectan la vida y el bienestar de las personas. La delegación de decisiones éticamente significativas a máquinas pone en riesgo nuestra humanidad y nuestra capacidad para actuar con compasión y justicia.
En el actual escenario, tal vez como nunca antes, el papel de la buena política es crucial para la regulación y dirección del desarrollo tecnológico.
La política debe actuar como un guardián que establece las condiciones necesarias para un uso ético y beneficioso de la inteligencia artificial. La regulación debe enfocarse en proteger los derechos humanos, promover la equidad y asegurar que los beneficios de la tecnología se distribuyan de manera justa. En definitiva, como el Papa Francisco subraya, una «sana política» es esencial para liderar los cambios estructurales necesarios y guiar a la humanidad hacia un futuro más justo y sostenible.