Es vox populi en Argentina de que Javier Milei, el actual presidente, fue arquero de fútbol. Por eso, puede trazarse un paralelismo entre lo que sucedió ayer con la votación de la Ley Bases y un momento crucial de un golero: la ejecución de penales para definir si un equipo continúa en un torneo o alcanza un campeonato.
En principio, este partido clave para empezar sus cuatro años de mandato parecía perdido: la oposición no daba quórum y declamaban su nulidad, más aún que la Ley Mucci que perdió Raúl Alfonsín al inicio de su gobierno cuando planteó una reforma laboral.
Sin embargo, la sesión tuvo lugar, la ley salió aprobada en lo general con observaciones que deben convalidar los diputados. El próximo tiro penal lo erraron quienes hicieron disturbios en los alrededores, llegando a incendiar autos. En una sociedad donde la violencia es resistida, el disparo salió lejos del arco y favoreció también al mandatario.
Como si fuera poco, los chinos le refinanciaron a la Argentina el swap de 5.000 millones de dólares que vencían los próximos dos meses, evitando pérdidas substanciales en las reservas del Banco Central y Milei hasta tuvo tiempo de viajar al G-7 “para abrazarse con los triunfadores de un mismo club de derecha en el que comparten la formación del equipo: a menos que uno crea que conservadores y liberales son lo mismo”, como indica el periodista Roberto García en su nota para el diario Perfil.
Mientras el país aguarda que se inicie la Copa América en los Estados Unidos, dentro de exactamente una semana, el presidente “se lució” y avanza en su propuesta: meses atrás parecía impensado que esta aceptación prosperara. En el último Campeonato del Mundo, el arquero argentino, “Dibu” Martínez fue fundamental para superar instancias desde los 12 pasos o atajar un tiro francés mano a mano cuando expiraba el tiempo. Hizo lo que parecía imposible. Milei también.