Desde Focus Market elaboramos el siguiente Informe donde mostramos que en Argentina la competitividad muchas veces no se gana por reformas estructurales ni por mejoras en la productividad, sino por un viejo mecanismo: la depreciación del peso.
“Este escenario cambiario genera, en el corto plazo, cierta ventaja relativa para la industria local frente a las importaciones. Sin embargo, se trata de una competitividad frágil, que no resuelve los problemas de fondo de las PyMEs argentinas, asfixiadas por una presión impositiva que encarece sus costos. Y es precisamente en este contexto que el desembarco de plataformas como Shein y Temu profundiza el desafío: ofrecen precios que parecen imposibles de igualar y están cambiando los hábitos de consumo de miles de argentinos”, expresa Damián Di Pace Director de la Consultora Focus Market.
El fenómeno no es menor: en el primer semestre de 2025, los argentinos gastaron más de 1.500 millones de dólares en ropa y accesorios importados, alcanzando un récord histórico en compras al exterior. Mientras tanto, las marcas nacionales miran con preocupación cómo la diferencia de costos, potenciada por un esquema tributario que las deja sin aire, vuelve cada vez más difícil competir en un mercado globalizado.
El atractivo de estas plataformas no se limita a sus precios base, sino también a la agresiva política de descuentos, promociones y cupones que aplican de manera constante. En Shein, por ejemplo, no es extraño encontrar rebajas del 40% sobre el total del carrito, sumadas a envíos gratuitos por compras superiores a 20 dólares. Temu, por su parte, incorpora una política particular de igualación de precios: si un mismo producto es ofrecido por distintas tiendas a valores diferentes, la plataforma obliga a que se venda al precio más bajo, garantizando siempre el mínimo costo para el comprador.
La diferencia con las marcas argentinas es abrumadora. Una blusa de mujer en Shein, con descuentos y envío bonificado, puede terminar costando alrededor de $43.590; en Temu, un modelo similar se consigue por menos de $27.000. En cambio, una prenda comparable de una marca nacional llega a los $140.000.

Las diferencias se amplían o reducen según la política de envíos de cada plataforma. Shein suele cobrar cerca de $40.000 si la compra no supera los USD 20, lo que encarece las prendas individuales, aunque elimina el costo en pedidos conjuntos. Temu, en cambio, fija mínimos de compra más bajos y otorga envíos gratuitos desde $33.000, reforzando su competitividad incluso en operaciones pequeñas.
El efecto combinado de estas estrategias hace que, aun considerando costos logísticos, Shein y Temu resulten hasta un 70% más baratos que las marcas nacionales. Este desbalance presiona directamente sobre el consumo local: el consumidor promedio, enfrentado a estas diferencias, difícilmente priorice la compra de un producto argentino salvo que encuentre un valor agregado muy fuerte en términos de calidad, diseño o marca.
La relación precio-beneficio que ofrecen estas plataformas, sostenida en parte por el dumping chino y en parte por la ausencia de una carga impositiva similar a la que enfrentan las PyMEs nacionales, está reconfigurando los hábitos de compra de miles de argentinos.
Pero si el diferencial de precios ya es grande por la estrategia comercial de estas plataformas, se vuelve insalvable cuando entra en juego la carga tributaria que enfrentan las PyMEs locales. Una empresa textil argentina, antes incluso de pensar en competir, debe afrontar un esquema impositivo que erosiona su rentabilidad en cada etapa. El peso de los tributos es contundente: IVA del 21%, Ingresos Brutos en torno al 5%, Impuesto a las Ganancias que varía entre 27% y 35%, Impuesto al Débito y Crédito de 0,60% sobre cada movimiento bancario, y tasas municipales que pueden llegar al 2%.
A esto se suman percepciones y retenciones bancarias de IIBB que, aunque operan como pagos a cuenta, generan un drenaje de liquidez que golpea la caja de las empresas. En algunos casos, los montos retenidos por este concepto superan incluso lo que la empresa termina abonando de IVA, obligando a financiarse para sostener operaciones corrientes.
El crecimiento explosivo de estas plataformas no pasó desapercibido para las autoridades. La Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) decidió endurecer la supervisión de las compras internacionales a través del sistema de pequeños envíos. Desde septiembre, se establecieron límites más claros: no más de tres unidades idénticas por paquete, un tope de 50 kilos y un valor máximo de 3.000 dólares por operación. Además, los primeros 12 envíos anuales cuentan con una franquicia de 50 dólares libres de impuestos, mientras que el excedente tributa un 50% sobre el valor declarado, al que se suma la tasa de servicio y almacenaje del Correo Argentino. Con estas medidas, ARCA busca evitar que las compras personales se conviertan en importaciones encubiertas y garantizar que el fisco recaude lo que corresponde.
El impacto de estas regulaciones no es menor para plataformas como Shein y Temu, que basan buena parte de su atractivo en el envío directo de miles de pequeños paquetes diarios. Shein, con un modelo de moda rápida integrado verticalmente, logra ofrecer diseños propios que se renuevan con velocidad y llegan al consumidor a precios muy por debajo de los del mercado local. Temu, en cambio, funciona como intermediario entre fábricas asiáticas y compradores, ampliando la oferta a categorías que van más allá de la indumentaria y reforzando su competitividad con envíos gratuitos y campañas agresivas de marketing. En la práctica, la elección para el consumidor argentino termina dependiendo de la prioridad: moda accesible y de marca en el caso de Shein, o precios aún más bajos y variedad ampliada en el de Temu.
Pero los cambios en el tablero global también empiezan a condicionar estas dinámicas. En agosto, el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos decidió eliminar la histórica exención arancelaria para envíos de menos de 800 dólares, conocida como cláusula de minimis. En los hechos, esto significa que todas las importaciones de bajo valor provenientes de China, Hong Kong y ahora también del resto del mundo deberán pagar aranceles. La medida, presentada bajo el argumento de seguridad nacional, responde también a una lógica económica: generar ingresos adicionales para el Tesoro estadounidense y frenar lo que se interpreta como dumping por parte de los gigantes de las compras en líneas asiáticos.
El resultado: un excedente de producción que ya no podrá colocarse fácilmente en Estados Unidos y que buscará nuevos destinos, entre ellos América Latina.
Este nuevo escenario internacional plantea un doble desafío para la Argentina. Por un lado, la llegada de más productos a precios de liquidación desde Asia, en un contexto de sobreoferta global, profundizará la presión sobre las marcas locales, que ya compiten en desventaja por la carga tributaria y los altos costos laborales.
Por otro, las regulaciones aduaneras internas intentan poner freno a un flujo de importaciones que crece mes a mes, equilibrando la necesidad de proteger a la industria nacional con el interés de los consumidores en acceder a precios bajos. El interrogante de fondo es hasta qué punto estas medidas serán suficientes para evitar que la “avalancha Temu y Shein” termine desplazando de manera contundente a la producción argentina.
El resultado de este cruce de variables es un escenario en el que la industria argentina corre una carrera cuesta arriba. Mientras que plataformas como Shein y Temu operan bajo modelos de negocio globales con costos logísticos y fiscales mucho más livianos, las PyMEs locales cargan con un entramado impositivo que les quita aire antes de comenzar a competir.
La brecha no surge solamente de la diferencia en escalas de producción o del dumping de los grandes fabricantes asiáticos, sino de un sistema impositivo local que termina castigando al productor nacional. En última instancia, también perjudica al consumidor, que se queda con menos opciones de industria local a largo plazo.
“La pregunta de fondo es si la Argentina está dispuesta a sostener a sus PyMEs, que generan más del 50% del empleo privado, con reglas que les permitan competir en un mercado global cada vez más desafiante. De lo contrario, el riesgo es claro: mientras los consumidores se vuelcan en masa hacia plataformas internacionales en busca de precios bajos, la producción nacional pierde terreno, se achica y resigna empleo, debilitando uno de los motores históricos de la economía argentina”, indicó Damián Di Pace Director de la Consultora Focus Market.
Fuente: Damian Di Pace para Focus Market