El Partido Revolucionario Moderno (PRM) atraviesa un momento de reconfiguración interna, donde nuevas figuras buscan consolidarse como referentes de poder y de proyección electoral.
En ese escenario destacan Carolina Mejía y Wellington Arnaud, dos liderazgos que, aunque coinciden en pertenencia partidaria y en un discurso orientado hacia la eficiencia institucional, representan estilos, trayectorias y capitales políticos distintos. Analizar sus fortalezas y debilidades permite comprender las tensiones entre carisma político y gestión técnica dentro de la política dominicana contemporánea.
Carolina Mejía constituye un liderazgo con fuerte arraigo simbólico. Su pertenencia a una familia con historia en la política nacional, particularmente el legado de su padre, Hipólito Mejía, le otorga visibilidad y un capital político heredado que ha sabido administrar.
Su gestión como alcaldesa del Distrito Nacional refuerza esa plataforma al presentarla como una figura que combina sensibilidad social y una narrativa de modernidad urbana. Una de sus fortalezas principales radica en su capacidad de conectar con diversos sectores sociales a través de un estilo conciliador y cercano, atributos que resultan valiosos en un contexto de creciente polarización política.
No obstante, su trayectoria también revela debilidades. Su liderazgo ha sido cuestionado por falta de contundencia en decisiones estratégicas y por una gestión más asociada a lo simbólico que a transformaciones estructurales de la ciudad.
Además, su legitimidad política puede verse tensionada por el argumento del nepotismo, lo que abre el debate sobre hasta qué punto su ascenso responde a méritos propios o a un capital heredado.

Tecnocracia
En contraste, Wellington Arnaud representa un liderazgo de corte tecnocrático. Su gestión en el Instituto Nacional de Aguas Potables y Alcantarillados (INAPA) le ha permitido posicionarse como un funcionario eficaz, capaz de exhibir resultados concretos en un sector tradicionalmente rezagado.
Su discurso centrado en la eficiencia y la modernización institucional constituye una fortaleza en un país donde la gestión pública suele ser cuestionada por ineficacia y clientelismo. Arnaud encarna, en consecuencia, un modelo de liderazgo que apuesta por la credibilidad técnica y la eficiencia administrativa más que por el carisma político.
Sin embargo, este mismo perfil marca sus limitaciones. Arnaud carece del alcance mediático y de la visibilidad social que caracterizan a Carolina Mejía. Su figura, aunque respetada, no ha logrado convertirse en un referente popular dentro del PRM ni en la sociedad dominicana en general. Su reto principal es trascender la esfera de la gestión técnica y construir un liderazgo político con capacidad de movilización y arraigo.
En conclusión, Carolina Mejía simboliza la continuidad de un liderazgo mediático con respaldo familiar y capacidad de conexión social, mientras Wellington Arnaud proyecta una alternativa tecnocrática sustentada en resultados de gestión.
Ambos representan dos modelos de liderazgo que revelan la tensión estructural de la política dominicana: entre la legitimidad simbólica y la legitimidad técnica, entre el carisma y la eficiencia.

Fuente (menos fotos): Alberto Quezada para Al Momento