Después de dos meses y seis días de supuesta investigación, el Ministerio Público rompe el silencio con una acusación que apenas contiene dos líneas. Dos líneas.
No deja de sorprender e indignar que una investigación tan extensa y dilatada desemboque en un documento tan pobre en contenido, tan distante de lo que se esperaba de un órgano constitucionalmente llamado a representar a la sociedad y defender el interés público.
Cuesta creer que se trate del mismo Ministerio Público que, en otros casos, ha construido imputaciones por tráfico ilícito de armas por el hallazgo de tres armas en un allanamiento, llegando incluso a hablar de centros de acopio. Hoy, ante un hecho que clama justicia, su reacción es tibia, casi ausente.
La decepción no es solo legítima: es inevitable. No por ansias de castigo, sino por respeto al principio de legalidad, a la equidad y al dolor de las víctimas. Lo que se ha presentado no guarda proporción con el tiempo invertido ni con las expectativas generadas. El silencio prolongado del Ministerio Público solo fue superado por la liviandad de su acusación.
Cuando la justicia titubea, el ciudadano pierde confianza. Y cuando la verdad se minimiza, se fortalece la impunidad.

Fuente: Félix Portes en IG