Por Néstor Saavedra
La Semana Santa está cargada de simbolismos, como las ramas de olivo, el pan y el vino, pero, por sobre todos, la cruz. Esta representa lo que se recuerda especialmente el viernes: la crucifixión de Jesús, el método de ejecución que los romanos utilizaban para castigar algunos delitos.
Desde el punto de vista bíblico, la muerte de Jesús, el Mesías, era el antepenúltimo eslabón de la cadena del acto de salvación de Dios para el mundo. Se había iniciado en Belén, cuando el Padre se hizo ser humano en la persona de su hijo. Continuó con su vida ejemplar en la Tierra. Conforme lo que decía el Viejo Pacto o Antiguo Testamento, dio un paso más con el asesinato del Mesías, que así se transformaba en sujeto y objeto: era el sacerdote que presentaba su propio cuerpo ante Dios en ofrenda de sacrificio por los pecados de todos los humanos.
En esta muerte aparece la cruz simbólica. Pero, ¿cuál cruz? Existen varias. En ciertas carreteras puede verse una cruz en forma de equis o cruz de San Andrés, que indica algún peligro. Existe también la cruz gamada, que el nazismo marcó la historia al adoptarla como cruz esvástica, pero que se usaba en diferentes culturas, incluso nativos panameños, desde hacía miles de años.
La cruz de Cristo es otra. Historiadores indican que las cruces que se usaban para la pena de muerte en el Imperio Romano probablemente tenían forma de te mayúscula e, incluso, una tabla que servía como silla para evitar que el cuerpo se desgarrara de los clavos. En el Nuevo Testamento no tenemos ninguna descripción de su formato.
Con el correr del tiempo, los cristianos empezaron a emplear como símbolo la cruz con sus brazos cruzados a 90 grados y el palo horizontal más corto. Pero, la pregunta continúa: ¿cuál cruz? Muchos optan por la que lleva una representación del cuerpo de Cristo sangrante, mientras otras corrientes prefieren la cruz vacía. La primera rememora ese eslabón de la muerte, pero la cadena continúa: Cristo resucitó al tercer día, en la fiesta de Pascua, en la que los judíos, como Jesús, recordaban la liberación de su pueblo de la esclavitud egipcia al cruzar el Mar Rojo. Vaya símbolo también, pues el Mesías libró a la humanidad del pecado que la esclavizaba a vivir y morir lejos de Dios.
Luego de la resurrección, Cristo, tras aparecerse a varias personas, ascendió al cielo, desde donde intercede ante su padre, Dios, pero está presente en todos los que creen en él, por medio del Espíritu Santo. El misterio de la Trinidad.
Así se completa la cadena de la salvación, por lo cual prefiero la cruz sin Cristo, por el simple hecho de que muestra la consumación del más maravilloso hecho divino. En mi vida, Dios hizo y hace muchos milagros, como salvarme de una “segura” muerte a los seis meses, pero ninguno tan grande como regalarme, solo por creer en Jesús, la salvación para tener una vida eterna, ya desde la Tierra, en contacto con él.