Por Néstor Saavedra
Confieso que no me gusta mucho la idea de usar la palabra «niñez» en lugar de «niños». Sé que es una tendencia global, pero también sé que la palabra «niños» incluye a ambos sexos y que la palabra «niñez» no es su sinónimo, ya que «niñez» es «el período de la vida humana, que se extiende del nacimiento a la pubertad», es decir, define una etapa de la vida de una persona y no a la persona misma.
Al margen de estos pensamientos, lo más importante es que hoy el calendario recuerda el Día de los Derechos de los más chicos. Pero, ¿cuáles son esos derechos y cómo deben ser aplicados?
Un día reté a mi hijo por algo que había hecho mal. Con seis años se dio vuelta y me dijo «no rompas mis derechos». Enseguida comprendí que su mensaje era simplemente evitar el regaño. Asentir sus caprichos no es, precisamemente, respetar sus derechos.
La Ley 136/03, del 2003, hace una lista de los derechos de nuestros menores: a la vida (el «no matarás» de la Biblia), al nombre y a la nacionalidad, a ser inscrito en el Registro Civil (un ciudadano que existe y es dominicano), a mantener relaciones personales y de contacto directo con el padre o la madre (más allá de un mensaje de WhatsApp); a la cultura, deporte, tiempo libre y recreación (elementos fundamentales para su crecimiento como persona social).
Además, el derecho al medio ambiente sano (cuando contaminamos, dañamos a los niños), a la integridad personal, a la restitución de derechos, a que sea denunciado el abuso en su contra (algo que muchos adultos temen), a la libertad (de mil formas de esclavitud, no solo la sexual), a opinar y ser escuchado (no quiere decir que se le hará caso, pero se lo respetará), a participar, a la intimidad, a la diversión, a la protección de la imagen (las redes sociales son un problema en este tema), a la información (debemos informarles de diversos temas, pero con las formas adecuadas para cada edad), a la salud y a los servicios de salud, a la información en materia de salud, a la inmunización, a la protección contra sustancias alcohólicas (agreguemos las drogas), a la protección contra la explotación laboral, a la participación, a la educación, a ser respetados por sus educadores, a ser criado en familia, a la igualdad de derecho (no importa la condición económica).
El desafío es grande: empieza por casa y sigue por la acción del estado y de entidades privadas, como clubes o iglesias. Los niños que criamos hoy serán los futuros líderes políticos, sanitarios, legislativos, judiciales o, quizá, delincuentes.